21 febrero 2008

Nick Drake. Day is Done

Editorial

Lo polimorfo de la realidad se refleja, procol his (más allá de las cosas), en uno mismo; somos sujetos de nuestra propia vitalidad y nuestra propia autodestrucción, nada escapa a ello. La velocidad de nuestras propias circunstancias nos ha lanzado contra un tiempo definitivo, carente de asideros; vivimos una era de desintegración, donde lo sagrado y lo profano gestarán, súbitamente, una misma cosa bajo el signo de lo indecible. Ya nada nos preocupa, salvo la cotidianidad. La pasión ha devenido, repentinamente, en el manifiesto de lo inevitable; esto es, la inevitabilidad de lo inevitable.

José Antonio Parra

Algunas preguntas


Octavio Armand



El ojo en el oído



Para ustedes niña en el ojo
y laberinto en el oído.
Para ustedes cielo en la boca
y nudo en la garganta.
El cuerpo es una casa y la casa
una intemperie que obliga a sumar ladrillos.
El puntal y los mosaicos saben del confín
tanto como el enrejado y las puertas.
Sin invitarlo a pasar con su lejos al traspatio,
la casa sería oscura pero no tendría noche;
y sería fría sin los alisios
y el sueño de un copo de nieve.
¿Hay que ser dios para cumplir domingos?
¿Habrá que creerse uno para vivir el día?
¿Una hora más costará siempre cruz y clavos?
El nudo en la garganta amarra al aliento
y me deja sin aliento y sin palabras.
Me pierdo en mi propia sangre al oirlos;
y quiero que me busquen y me encuentren
como si jugáramos a los escondidos,
como si yo fuera un nuevo mundo
o un planeta rotando en la punta de la lengua.
Ojo en el oído para ustedes.
Los oigo en colores y los veo rimados por la luz
cuando aún se llama noche. La luz que aún no es luz
pero llega con regocijo al fondo del pulmón.
Qué grato estar en su abrazo. Se rejuntan zaguanes
y ausencias ahora con nombre y apellido.
Por fin me siento aquí. Gota de agua en la lluvia,
aleteo de libélula en ámbar, vuelo de cernícalo
en burbuja o piedra. Todo es posible
si están conmigo. Si están aquí yo también lo estoy.


Caracas, 4 de abril 2007





Insomnio



Medianoche

Nada arriba
excepto la luna:
si aúllo, ¿estaría
menos sola?


Alba

Solo una nube
en la transparencia:
un pañuelo de seda
redondo, la luna.


Caracas, 28 de septiembre 2007





Coro



Un cielo enterrado
se empina en las raíces.

Pájaros, chicharras, grillos
entonan una misma canción.

¿Acaso importa que el árbol
cante con voces ajenas?


Caracas, 23 de septiembre 2004





Delta



Una gota del Nilo
pregunta por Osiris.
Desde que su sombra
perdió al cuerpo,
es la primera
que llega al mar.
¿Qué le digo?


Caracas, 28 de agosto 2007





Sueño del 26 de abril



Eres una estalagmita
en una cueva enorme.
El techo: un cielo de seis lados,
todos resplandecientes.
El piso rueda como un dado
sin apagarse en ninguna cifra.

Te sorprende: es magma y no quema.
Te extraña: es una inmensa raíz
aplanada hasta lo infinitesimal.
Una delgadísima lámina hirviente.
La tocas y no te quema.
La bebes y como ella

ardes y multiplicas tu sed.
Sudas sed. Bebes sed.
Pero no te quemas.
Gota a gota el mediodía
que es todo el día cada día
lentamente se petrifica en ti.

Creces transparente.
Duro hexaedro de luz.
No cuarzo, cristal de roca.
Ni cuarzo ni cristal de roca,
transparencia, solo transparencia.
Te tocas y no estás

ni en la mano que te toca.
Seis lados que ni se sienten ni se ven.
Pero sienten y ven. Son y punto.
Son hasta colmar el punto que son.
Todo. Nada. Menos, aún menos.
¿Transparencia?

Si te lo preguntas, despiertas.


Caracas, 27 de abril 2007
selección de poemas inéditos.

De los calderos


Patricia Damiano


a pesar de la luz
horizontal
tranquila rasa originaria primitiva ingenua

hubo el espanto
fuera del agua

dibujó un muro a cuestas
ya sin salto nudo hueso
obsedido después de vos
para Yorick
ni acaso –dijo ella- ombligo
algún ombligo

dame la daga, voy al huerto

la niña lame la luz del huerto
lleva la cesta vacía, y un dragón

voló al fuego
no había trigo ardiente
nada, Yorick, dijo el agua
vientre óseo, humus, criatura débil

fresno salvaje
sin aire en las graves horas, ciruelo
sin ciruelo –insistió unigénita la luna-

cuello blanco, Desdémona arde

El muro


Rodolfo Häsler



falta aire,
respirar el aire,
fuelle de la fragua,
la población, los clavos,
el suelo desaparece
bajo las huellas,
la tierra blanca, calcárea,
se excava,
límpido olivar,
su fruto verde, negro,
el olivar y la enramada
mueren sin ser socorridos,
busca un deseo
que sea fruto borde,
un deseo de virtud
en una tierra enmudecida
por la raíz de la nada,
no digas nada,
no puedes decir,
qué decir,
el olivar rugoso,
las manos tiemblan
de tanto peso muerto.
la cosecha arrancada
y aplastada,
no es así la vida,
lágrima del ojo
que no puede mentir.
dejar de existir,
¿para quién? ¿qué es?
desviar los párpados
de la colina encendida,
el joven que cava
en el huerto, sueña,
no sólo sueña,
su deber es perpetuar,
dejar la risa y el esfuerzo
en la escena del dolor,
cielo encapotado,
pero no llueve,
es niebla en el olivar.




la puerta de damasco,
la piedra de jaffo,
el montículo de la esperanza
hundido entre zarzas,
el fuego te lastima
con su golpe celeste,
no puedo caminar,
no hay por dónde ir,
cierra la puerta
y no escuches la voz,
sigue sin voz
un camino solitario,
una vereda torcida,
la miel se descompone
en el panal olvidado,
la reina de la estirpe
se apodera del granado.
belleza que te serena,
el pozo está seco,
brusco sobresalto
entre rocas afiladas,
huerto cerrado,
fuente sellada,
cae de un lado, del lado
que equivale a más,
un desperdicio el suelo,
muerte inútil,
cuentas lo que no tienes,
vuelve a levantar la voz
por un trago de agua.
la vida disminuye
su fuerza donde no cabe,
una flor de hibisco
y un mazo de perejil
son el ripio,
la destrucción.







en la frente
se agita el tiempo,
un campo de centeno,
de pan ácimo,
pan y aceitunas,
poco más
para saciar el hambre.
el café derrama los secretos,
la ausencia de los días,
la trágica prensa diaria,
mirar y esperar
y otra vez empezar.
toma arena en la mano,
el polvo de los dedos
ahoga la simiente,
no pierdas el compás,
un racimo tras otro
marca la proximidad del otoño,
grisácea la mirada
festeja el rito maronita.
la higuera hendida,
la rama se adentra
en la casa desolada,
la higuera es alta
y el fruto es dulce
como almíbar,
como almíbar de la tahona.
cómo te vas a negar,
la rama
señala al horizonte,
de donde mires
el fruto es dulce
y negro el tronco,
ojo que vuela,
sabe lo que vale.
en el cobertizo
gime la higuera,
gime y muere.







soledad, soledad,
no te transformes,
sigue porfiando,
es una losa
donde exclamar,
donde expresar
la extrañeza del reino
del meridión,
estar en la tierra soñada
no más que el ciclo
de una cosecha,
una siega, una hoz,
el trigal espera
tu aparición.
la flor de plata
de la pobreza
se deja adorar,
pero no dice más,
un sol, un astro,
una constelación morada
que atrapa a la noche;
no la toques,
deja la espina volar
y marcar el cuerpo
del celebrado.
el muro sentencia
la duración,
nadie se rinde
ante su recorrido,
cumplir el calendario
de un mes de vida,
la floración,
el goce diario.
tu boca saborea
la pasta de garbanzos,
el vinagre adereza
la casa de maría,
para escuchar,
ausentarse, ausentarse,
cuánta desposesión.
la sangre huele,
sigue su rastro
ancho, tenso,
el río cuajado
de la existencia
es una arteria
que cercenar,
sin tregua
en el viento preñado.
la sangre resbala,
húmeda, espesa
en el grito que sube
a la garganta,
caliente líquido
que asombra,
la vista azorada
la rechaza,
no hay más,
una culebra se yergue
en la punta de la cola,
dos corderos agonizan,
el betún de sus cuellos
tiene el sabor de una nube,
el poder de nombrar
para ser uno más,
el tono, la sangre,
el adiós.
reconocerla
no es lo propio,
busca el asiento,
un fresco sitial
bajo la parra,
la sangre entorpece
el labio, el paladar,
la cuchilla
se hunde certera,
no logras recordar.
anunciación repetida
semejante al duelo,
la náusea,
la sequedad,
el destino se decide
en un lugar
desollado,
sin piedad,
cercano al hueso.

desierto de farán

la delicadeza,
la debilidad,
lector compulsivo
de lírica oriental,
un amorío
con patas de cabra,
un tacto ralo,
una aproximación
que la mano conduce
hasta el lugar.
perdiz asada,
copioso plato,
filtro de amor.
una garza que goza
un beso.
la luz se quiebra
por la agitación,
un soldado,
una hazaña
cuida el guerrero,
la ropa
encima de la silla,
hoy no se va a ejercitar
el hijo de la chumbera,
día de asueto
que pide el señor.

Volvemos- disolvemos


Isaías Garde


1
Demonios
tasan el
respiro
tu
momento
nada

2
El enjambre de ahogos
las socorridas
preces
al árbol de las luces

3
Auxiliadora
leerías la
voz
estrangulada detrás
de la
voz en el
cuarto de atrás de
la vozdonde duerme el idiota

4
Era aquí una pregunta y una
amenaza
y el frío de cristales
de estrella roja rota

5
Volvemos
disolvemos -sucia
evidencia-
el rostro
las manos en la
inmovilidad

6
Volvemos
dijo
disolvemos
dice el color
sinuoso de la
voz
detrás
de la manzana

7
Dice -un árbol-
dice -un jardín-
dice -un trémulo avenirse a la
hora
en que sopla la
brisa-

8
Queda esperar que llueva
dice
queda querer o esperar que
llueva
que abra la voz del aire
dijo
que abra la flor
del aire
dijo
que abra la luz
del aire.

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En Capturas

Hercilia López



Hoy llevo una música por dentro que convive con mi alma
y la calma, la entusiasma, la alborota.
Son sonidos que acumulan historia, tiempo, sentimientos,
lo vivido antes, lo que aún pretende seguir viviendo.

Y es bueno esto, es buena y deliciosa esa música aleatoria
que me lleva a mis mundos pasados y me transporta
a los que todavía no han llegado a mi.

Hoy siento a mis oídos ávidos de afinaciones ,
resisten poco o nada a la desarmonía.

Hoy tengo graves problemas con el ruido de afuera,
exacerba mis propios ruidos y no me deja aplacarlos,
son atormentantes todos ellos.

Perturban mi cerebro, mis entrañas
alteran mi corazón.
De allí surge, supongo, mi curiosa falta de equilibrio.

Caracas, febrero 2008

Fragmentos del texto Hoy

Encuentros con Mario Santiago Papasquiaro y Roberto Bolaño. Entrevista a José Rosas Ribeyro, infrarrealista*






José, tu conociste a Mario Santiago, a Roberto Bolaño, de hecho fuiste parte de ese grupo que emergió a mediados de los setentas en las ciudad de México.

Fue algo increíble. No hace mucho que había llegado a México a encontrarse conmigo mi compañera de entonces, la escultora Margarita Caballero, cuando regresó un día a casa trayendo una hoja en la que se invitaba a una serie de lecturas de “nueva poesía latinoamericana” en la Casa del Lago. Resulta que la siguiente lectura programada era de poesía peruana. Marga y yo fuimos, pues, a la lectura y descubrimos en una tarima, sentados detrás de una larga mesa, a dos jóvenes melenudos como yo que no paraban de fumar, hablaban apasionadamente y leían con brío poemas de algunos amigos de Lima. De repente escuché en la voz de uno de ellos un texto mío y me quedé más asombrado aún de lo que ya estaba. Al final de la lectura había una conversación con el público y yo desde la sala le agradecí a los dos melenudos por haberme incluido en su selección. Me preguntaron quién era yo, les dije mi nombre, nos dimos un abrazo y se identificaron: eran Mario Santiago y Roberto Bolaño. Desde ese día fuimos amigos y para fijar el encuentro en la memoria nos hicimos una foto al borde del lago. Aún la tengo: estamos los cuatro y Rubén Medina, de quien después no supe más. Mario me dijo una vez que se había ido a Estados Unidos.

¿Qué recuerdos sobreviven de esos años?

Muchos, y con ellos voy a construir parte de mi próximo libro que se llamará Un mundo al revés. Recuerdo la vez en que una amiga muy querida, Dina García, se apareció por la Casa del Lago llevando unos patines en el bolso. Se los prestó a Roberto Bolaño y éste se puso a patinar dando vueltas como Chaplin en Tiempos modernos. Yo, que ya por esa época tomaba fotos, disparé varias veces mi cámara y tengo, pues, en mi poder una serie de fotos hasta ahora inéditas en las que Roberto patina feliz de la vida. Otro recuerdo: estamos en el café La Habana cuatro o cinco de los infrarrealistas cuando irrumpe en el local Darío Galicia. A través de movimientos femeninos muy violentos su cuerpo transmite indignación, la cual se impone aún más en el ambiente por sus gritos que hacen referencia al asesinato de Pasolini. ¿Quién es?, pregunto yo que no lo conozco. Y Roberto me responde al oído: uno de los más importantes poetas mexicanos. Y así podría seguir con los recuerdos: las visitas a Efraín Huerta en su casa, los encuentros cantineros con Jorge Sabines, las conversaciones amistosas con Miguel Donoso Pareja, las películas de Fassbinder en el auditorio del Instituto de Antropología e Historia, las irrupciones infrarrealistas en mi oficina para raptarme y llevarme a una cantina, las caminatas por Tepito, los bares del centro, los dancings de malamuerte con ficheras, los libros que uno le prestaba a Mario Santiago y que él devolvía repletos de versos suyos en cada espacio blanco... Pero tal vez el recuerdo más infrarrealista de todos sea el escándalo que se produjo cuando participamos en una fiesta en casa de Álvaro Uribe, un escritor niño bien que había ganado un premio de cuento. Como Bolaño había sido premiado en poesía lo habían invitado, y llegó con nosotros, unos cuatro, creo. Para beber donde Uribe sólo proponían refrescos, nada de alcohol, así que nos procuramos por nuestra cuenta unos rones o tequilas o mezcales. En un momento dado Marga, que era mi compañera en aquel tiempo, se puso a bailar de manera muy erótica con una alemana que era la novia del hijo de la orquesta sinfónica de México. Y eso para Uribe y sus iguales fue algo insoportable. Nos terminaron echando fuera y nos fuimos contentos mientras Mario gritaba: “¡chinguen a su madre pinches culeros!

¿Quiénes formaban parte del infrarrealismo en aquellos años?

El infrarrealismo no era un grupo organizado ni nada por el estilo. Lo integraban -si se puede decir así-, Mario Santiago y Roberto Bolaño, por supuesto, y alrededor de ellos, Cuauhtémoc y Ramón Méndez, José Peguero, Jorge Hernández (que un día pasaría a llamarse “Piel Divina”, pero esa es una historia muy larga para contarla aquí), los chilenos Bruno Montané y Juan Esteban Harrington... Allí llegué yo y al estar con ellos me convertí en infrarrealista. Había también algunas mujeres: Lupita, la compañera de Peguero, que andaba con nosotros, y otras que eran poetas y también musas invisibles de Mario y Roberto, como Kyra Galván. Entre los que eran y no eran infrarrealistas estaban Orlando Guillén, Rubén Medina, Juan Vicente Anaya y algún otro poeta que ahora olvido. A todos ellos los conocí y compartimos lecturas, pláticas, fumadas y borracheras.

¿Cómo viviste tu relación con Mario y Roberto?

Mario y Roberto eran seres muy diferentes pero complementarios. Ambos tenían una pasión por la literatura y, sobre todo, la poesía, que les llenaba por completo la existencia. Pero la pasión de uno y otro eran también muy diferentes. La de Mario era algo absoluto que lo llevaba a la marginalidad. Mario no aceptaba ningún compromiso, no buscaba la gloria literaria ni hacerse conocido como poeta. Vivía la poesía cada día en cada milímetro de su cuerpo y en cada una de sus neuronas. La de Mario era una de esas pasiones que te consumen rápidamente la vida, todo. Roberto no era así. Roberto sabía que estaba destinado a hacer una “carrera” literaria y pese a su marginalidad en el México de entonces buscaba canales de expresión, editores, contactos. Mientras yo estaba allí salió un primer libro suyo de poesía, en una cuidada edición artesanal, y Roberto estaba loco de contento. A Mario en esa época no se le pasaba por la cabeza publicar, lo que escribía lo perdía sin que eso le importara mucho. Pero ambos eran complementarios ya que uno neutralizaba en el otro algunas de sus tendencias. Roberto neutralizaba en Mario las tendencias más autodestructivas y Mario neutralizaba en Roberto el afán de triunfo literario. Yo anduve mucho con ambos desde una posición intermedia, equidistante.

¿El infrarrealismo tocó de alguna manera tu vida?

Puedo decir que hubo un antes y un después. Y que de esa experiencia casi cotidiana con el furor de la poesía salí transformado. Mario Santiago y Roberto Bolaño fueron amigos entrañables y me hicieron volver a la literatura cuando yo andaba tal vez demasiado metido en la problemática política. Cuando dejé México y me vine a vivir a París no se rompieron los lazos. Al contrario, se mantuvieron incluso de manera a veces extraña. Recuerdo aquella vez en que no sé porqué razón yo regresaba a pie a casa bordeando el Sena y, de repente, como ocurría frecuentemente en México, me encontré con Mario y Roberto. Fue una enorme sorpresa, un azar nada fortuito. Otras veces estuve con Mario en París cuando volvió de Israel medio alucinado y enfermo. Tenía las manos destrozadas por la sarna y nos la transmitió a varios. Lo volví a ver en México, en el café La Habana, como antaño, y sentí de nuevo la duplicidad de nuestra relación: él era demasiado radical en su existencia, iba siempre demasiado lejos y demasiado rápido y era casi imposible seguirlo. Yo me acomodaba más en el mundo aunque el mundo tal cual es nunca me ha gustado. Mario en cierta forma me reprochaba lo primero pero compartía conmigo el descontento ante la vida. Eso deja huellas, marcas que no se borran nunca, y la persona que soy hoy y que escribe, piensa y siente lo que escribo, pienso y siento, no sería la misma si no hubiera vivido el tiempo del infrarrealismo, la complicidad infrarrealista, la urgencia poética infra.
(Fragmentos de una entrevista cibernética con Raúl Silva)
* José Rosas Ribeyro. Poeta y productor radiofónico. Actualmente colabora en Radio Francia Internacional.


Tomado de Sol negro

Opium


Israel Centeno


Ofrecen empapar mi cuerpo en tintura de amapolas, no tolero verme en el espejo, tocar mi piel, aceptar las consecuencias de la vida; otros las asumirán por mí, otros vivirán por mí las expresiones de alegría, de dolor; asumirán la desesperación de la existencia, el temor al vacío, el horror a la vejez.
Me han vendido el sueño. He aceptado el sueño.
No se mide el tiempo en el sueño, al menos no en este sueño, se tiene una certeza maleable, ideas diluidas, como ésta que durará sólo el tiempo de su inútil expresión; no la expresa un movimiento, la vida; si me muevo pierdo, si parpadeo seré acusado de violento por los operadores de mi sopor y seré castigado con pequeñas descargas, pellizcos e insultos de profundidad en mi inconsciente adolorido.
Articulo las frases.
En un mal sueño se articulan las frases lógicas, los operadores tomarán una vía en una de mis arterias y pondrán dos centímetros cúbicos de escapolamina; el sueño es humo sanguinolento, el humo mojado por la lluvia, polvo de humo; la gente grita. No es gente, es humo rojo y urticante, una manipulación de mis percepciones, no hay mundo ni personas en él, nada se mueve. Sueño. Hago un esfuerzo por sentir el cuerpo; dolor, molestia, placer; de mover el dedo de una de mis manos, procuro respirar, hacer un sonido profundo, vulgar y determinante; las imágenes pasan como fantasmas, son transparentes y fugaces; si atrapo, si alzo las manos y las atrapo, si las abrazo, los operadores me acusarían de estar haciendo esfuerzos por despertar y me castigarán con improperios y acusaciones; al menos despertaría, el tiempo suficiente para arrepentirme y dar patadas; establecería un paréntesis entre un sueño y otro, volvería a dormir como antes y mis expresiones serían una huella de vida, una patada sobre la tierra seca o al pavimento mojado. Ahora no tengo la percepción exacta de mi cuerpo, sé que estoy tendido boca arriba, me ahoga y copa una ansiedad inmanifiesta; dura lo necesario para cerrar la frase lógica y figurar uno de los rostros de la pesadilla; la pesadilla se instala en la realidad y la realidad se enuncia en la determinación de tomar el control de mis decisiones, encontrar los puentes, los caminos, el atajo, el lugar donde se juntan los nervios, las conexiones imprescindibles para generar un movimiento. Los operadores deben hacer su trabajo; llevarme a un hemiciclo de charlatanes y mostrar en una mesa de disección sus resultados, desvirtuar los reflejos crispados en mi piel, aprobar las leyes del sueño y procurarse el goce sádico de condenarme; luego de recrearse en los espasmos violentos dirán, eso no expresa un movimiento verdadero y me enterrarán vivo.
Un hombre paralizado por la catalepsia recuerda al amor como último recurso; debo insurgir, dar un grito de horror, reordenar mi fuerzas eróticas, las más joviales, los recursos del cazador, el poder del recuerdo, de la conquista, poseer el cuerpo deseado; ella se acerca a mi, nada la avergüenza, descarada es atrapada por los espejos, se mira de soslayo, es pícara, vital y adorable, ha arriesgado su vida y la desborda, ríe; sus tibios pezones rozan mi boca, mi pecho, me besa con desenfado, me abraza y la siento abrirse húmeda, dejarse entrar hasta sus confines, me ha devorado alegremente, sin drama, ha dejado las suspicacias para mejores tiempos, ahora disfruta la furia de nuestros cuerpos; bastaría el recuerdo, el olor a vainilla, su frágil voz, ululante y secreta, bastaría la imagen de su boca activa, provocadora, imprecante, a la espera del látigo de semen, del golpe cálido y repetido sobre su pecho; tibio se derrama, tibio baja; bastaría ese momento, el cruce del relámpago y la descarga eléctrica en el tallo del cerebro para dilatar mis arterias, hacerlas tronar con sangre, punzar el impacto y producir un sismo en mi piel, levantar una erección determinante; los operadores han colocado agujas en todo mi cuerpo, parecen soldados o tropa antimotines, bombardean con sustancias urticantes y cuelgan un ancla en mi pene, las manos no acopian la fuerza para mover sus dedos, para tocarme, he debido tocarme pero se escapa la ilusión, el recuerdo y no sé exactamente por qué he debido tocarme si tengo sondas para orinar, todo está resuelto; el hormigueo se dispersa, me infecta y paraliza; desdibuja la mirada, la frase: sólo te vi y lo supe, te amaría para siempre.
Las adormideras triunfan, no sé si descanso o me fatigo, si estoy sobre una cama, los deseos de pararme, me abandonan las ganas de caminar por las veredas de eucalipto y recibir en mi cara el viento; trepar hasta la cima ya no es un sentido, ni comer naranjas en un refugio cerca de la quebrada de Chacaito. Acepté dormir, no moverme, acepté la sutura sobre mis párpados; mis párpados son cortinas pesadas, telones en teatros viejos. Cubren mis ojos, imagino ser una paraulata y apenas me muevo sobre el travesaño de una jaula, ciega y sin sonido, una paraulata aterradora, distorsionada en el sueño aceptado. A veces, cuando la voluntad de vivir dictaba un sentido, cuestioné al miedo, sentir miedo es natural, paralizarse, dejarse dormir es una opción, se pueden evitar los dolores deparados por la existencia; volverse indiferente como las hojas de los árboles, y abandonar la expresión es inhumano. Acepté dormir, abandoné la gestualidad, las emociones; me han suprimido la conciencia de riesgo, no puedo ser violento ni atentar contra la paz de los pueblos, la patria es una condena, no arriesgaré ser traidor ni desleal, me liberé de las opciones, de la humanidad contradictoria y trágica; integrado a lo absoluto, me he tendido en un lecho de hojas podridas, han empapado mi cuerpo con jugo de amapolas, los operadores han ganado, soy el sueño del déspota.
En algún lugar, fuera, cuelan café y baten leche cremosa, hornean el pan; existen las panaderías; la gente celebra sus inconsecuencias, los desacuerdos; no es necesario hacer un mundo perfecto. Los operadores persisten y venden sueños.

Orquídea




Lala Herrera




Comenzó. Ya empezó la conga. Se escuchan aplausos, ahora viene el cantante, “Buenas noches caballeros, como nosotros siempre estamos investigando lo nuevo, tenemos un numero de nuestro Bobby Capó y lo vamos a estrenar aquí, esta noche; deséenme suerte, se llama Dormir contigo”. Allí mismo se montó la tumbadora, un piano, las trompetas y encima las primeras frases de la canción, sale el sol y no estás a mi lado, vivo desesperado esperando tu amor… resplandecían las parejas en la pista de baile y el compás de los tacones y cencerros mezclados con el sudor grasoso de las patillas de mulatos caribeños que solo tienen por una patria el bochinche. La risa clara de las mujeres se confundía con los tragos de ron regados por la barra. Luego una copa reventada, un timbal; se escuchaban los gritos de alegría ¡Epa! Estarás en otros brazos /no en los míos/ y yo aquí solo pasando tanto frío. No hay nada que decir sólo desaparecer abrazados hombros con hombro, cadera contra cadera. Para adelante y para atrás. Estoy mareado, ¡eufórico! de pronto la vida era bella y la vi con la orquídea en la cabeza. Y ya no me la quitan más. Esa noche el botiquín estaba elevado, colocado en un plató embadurnado de agua ardiente, las mujeres con vertiginosos vestidos de pepas, de flores y piernas duras como panteras, lisas, infinitas, piernas infinitas bailando y bailando sin cesar, y yo entre la gente tambaleándome como una traga venados hipnotizada por la niña de la orquídea morada, estaba allí en primera fila aplaudiéndole al cantante. Quise subir al cielo como un pelícano para clavármele en sus ojos, di vueltas a su alrededor y me ubiqué justo al frente de ella, como un príncipe de fábula; Al acecho, como un puma agazapado mirándola… Ella tuvo que sentir el golpe de energía martillándole las sienes y me evadía, me esquivaba, me ignoraba. Pero persistí; cambié de estrategia desapareciéndome en el baño. A mi regreso, allí, como dos diamantes en el aire, sus ojos sostuvieron a los míos mientras una inmensa sonrisa aparecía lentamente en su cara, levanté mi copa y ella su brazo, una vara de alabastro forrado en guantes punk. Fue un segundo que llenó de frutas frescas, riachuelos, mariposas y piedras redondas el paisaje de la discoteca. ¿Qué hace esa nórdica descolocada, mira tú? De pronto se escuchó un ruido seco, seco como la pólvora de un cañón. ¡Persígnate que lo que escuché fueron tiros! ya no pensé mas nada… sólo corrí para que la horda de cuerpos despavoridos no me aplastaran y una voz que no era mía pero que salió de mi garganta, de otra parte de ultra tumba, ¡coño de madres! ¡Aquí no hay salida! ¡Puro concreto! Dos maricas diabólicas gritaron que limpiaran la sangre pero que continuara la parranda. Me acordé de la orquídea que entre todos los cuerpos negros se distinguía a lo lejos, descompuesta. Corrí hacia ella, sudaba a chorros por cada poro y sus labios blancos y sus manitas frías temblaban constantemente. Tranquila mi reina bella que yo te cuido… Y se dejo llevar como un cachorro, se dejo arropar por mi chaqueta y ya la cara no la tenía tan larga. Tenía una sonrisa tan limpia como los mañanas del pueblo de donde me vine. ¡Ay mi niña! y me pregunté que hace esta criatura enfangada dentro de un tugurio de mala muerte pero no le dije nada. Nada salía de mis labios. Sólo la excitación de tenerla cerca. Me dijo que la sacara de allí, del reguero de tripas, de la policía con más dientes que una pelea de perros callejero, del pandemonio caótico y le agarré. No, esos huesos no son como los huesos de las putas recias que monto cada noche, esos huesos son de cristal, de porcelana, de bacará. Juntos esquivamos los obstáculos hasta encontrarnos en el medio de lo que antes fue un boulevard esplendido y que ahora se había convertido en una especie de escenario post-nuclear sórdido y lúgubre, con una mezcla de pachulí, salsa estridente en altoparlantes, recoge-latas, mendigos proféticos; de esos mendigos que uno ignora y que el Nazareno se empeña en abrazar. A ella si la abracé pero al viejo desdentado que nos intercepto con la mano alzada como el arcángel Gabriel ni lo miré. Si eso es Jesús ¿Y si ese es Jesús? Sacudí la cabeza y le dije que caminara de largo y ella dócil se dejaba arrastrar por mis manos curtidas y el contacto de su mano perdida en una palma dos veces de su tamaño, la escolté con una confianza difícil de encontrar en este valle de plomo, en una valle de periqueros, paranoicos y violentos. Era un trébol de cuatro hojas. Mi orquídea era un amuleto de la buena suerte por eso no dude en llevarla hasta mi apartamento. Era un apartamento sofisticado y limpio, difícil de creer para quien me viera con la barba sin afeitar, con la guayabera medio raída, con el tumbao de poca cosa, de cosa mínima de la calle, pasaba como un testigo invisible y esa era la idea. Me gustó la media sonrisa indescifrable que se le dibujó el rostro a penas comenzó a darse cuenta que el barrio dónde tengo mi apartamento era elegante. Un destello de luz se posó en esos ojos raros, que siempre flotan en el aire dejándome la sensación de intimidad, la certeza de saber como serían nuestro cuerpos al juntarse, al pegarse en una sola confusión de líquido y carne. Así la quería, como a la gata-perra ovillada que encontramos en la puerta del edificio, llena de sarna con su cola respingada. El único testigo que tuvo mi orquídea. Al llegar a mi piso vi que las llaves se habían vuelto de plástico, que mis brazos se alargaban como si fueran de goma enredándose entre el picaporte y el multilock. Los ojos de la orquídea comenzaron a crecer, primero casi imperceptiblemente, y luego las pupilas ocupaban la cara completa desvaneciéndose su boca y nariz; me quitó las llaves y con una fuerza absurda me cargo por los aires hasta adentro. En el medio de la penumbra vi como se quitaba la ropa, que ya para mí no era ropa sino una especie de capullo viscoso del cual una vez liberado salieron unas alas de mariposa emperador, azules esmeraldas, que partían del medio de su espalda traslucida, de luz tan intensa que me quemó un poco la cornea, sentí un ardor en los labios inmerso dentro de un pozo de agua, la veía flotar frente a mí. Era un hada. Pensé que no existían, que era mitología griega plasmada en letras negras sepultadas en millones de libros. Cuando se montó encima de mi cuerpo sus alas se movieron como un colibrí gigantesco y una trompa salía de lo que antes era su boca, internándose en la mía, como si fuese polen de flor. No puedo explicar nada más.


Me desperté repleto de miel y de infancia, en el medio de mi habitación inmaculada. Suspiré de placer mientras en el duermevela organizaba mis pensamientos. Al contemplar una esquina tardé minutos en comprender que dónde antes había un televisor pantalla plana ahora solo quedaba el cuadrado blanco, el espacio vacío; dónde antes un microondas de último modelo calentaba mi café ahora se evidenciaban miles de telas de arañas que tenía meses sin limpiar y la pintura más clara que el resto de la pared era la huella de su ausencia. En interiores y con los ojos rojos, deshidratado como una pasa pude ver, ahora sí en completo espanto, que ya no estaban ni el DVD, ni el equipo de sonido surround system, ni mis cornetas, ni la billetera, ni las tarjetas de créditos, ni la computadora portátil, ni mis yuntas de oro y cuando ya gritando como un orangután en plena selva, descontrolado, baje corriendo de tres en tres las escaleras no encontré mi carro deportivo, y solo la perra-gata con sus ojos triste trató en vano de lamerme una pierna.

Joanna Vegas



Una vez en mi vida finalmente siento que alguien me necesita. Él me necesita. Tal vez porque está muy solo, tal vez porque no tiene con quien ver televisión, o no consigue quién le planche bien las camisas. ¡Un momento! -Yo no se planchar, y no me gusta- le advertí, pero me dijo que no importaba, porque su hermana mayor se las plancha maravillosamente bien, así que descubrí que no es por eso. El problema es que siempre quise sentir que había alguien que me necesitaba, y ahora que lo encontré no se qué hacer con él. ¡Que situación! Lo único que calma esta angustia de sentirme necesitada es que esta urgencia de mí tiene sus horarios: de 5:15 a 7:00 de la tarde y de 1:35 a 4:00 de la madrugada. Esto me tranquiliza pero también me trae una nueva preocupación: ¿Por qué esos horarios tan extravagantes? Él me ha dicho que esos son los momentos mas críticos de la necesidad, que durante las demás horas puede sobrevivir ¿Será que soy la heroína de sus cuentos?
Imagen: José Antonio Parra

El oráculo de Glamour




Leonardo Rodríguez






Sólo una muerte no existe: la de las revistas de variedades (y vanidades) femeninas. Y ésta es la razón: la sinrazón nunca morirá. Anótenlo.
Hay en ellas de todo. Actualidad de farándula, profecías amorosas y laborales, consejos sexuales y de belleza, iconografía del glamour, retratos históricos, personajes. Por haber, hay reseñas de libros, de películas y de exposiciones. Es verdad que no las compro yo, pero la Persona que lo hace, las deja en el baño, el lugar más propicio a la lectura. El último ejemplar pasó su buen tiempo allí, casi una temporada en el infierno. Aguantó con estoicismo los baños diarios de vapor, las escenas inenarrables, las escenas de la Rusia pagana (Stravinsky), las reflexiones inmanentes frente al espejo y con una máquina de afeitar en la mano (Joyce), el olor de la ropa sucia apilada, la luz y la sombra en soledad. Qué diferente al resto de los libros "de verdad", privilegiados, modosos, que se hacen compañía tribal en cómodos anaqueles de madera.
En la Glamour española de enero aparece Benazir Bhutto con su bello rostro grave. De ella se dijo, en lugares más oscuros, que la iban a matar, y esta vez fue cierto. Murió el jueves 27 de diciembre, día en que la Lectora Principal (que prefiere ser conocida como lectora de Kapuscinsky) compró el glamoroso ejemplar comprometido. Aparece Kylie Minogue, sus piernas de canguro y su experiencia de la enfermedad y la vida espléndida a pesar de todo. Los vestidos, zapatos y perfumes de la temporada. Y más, más. Cosas sombrías contrastadas con la gracia de vivir, mujeres simpáticas y divinas por todas partes. Páginas de satén. Minifaldas como túneles.
Y el horóscopo. No hay material pedagógico más rico para entender la psique femenina, o la psique a secas- o a mojadas. Expectativas, "sueños", frustraciones, ambiciones. A veces, trabajo, dinero, amistades, días de suerte. Pero sobre todo, Amor, y en Abundancia. Aquí cabría una estocada sobre esa adoración milenaria de un dios griego. ¿No es cierto que el ego sentimental de la Mujer es descomunal? Todo habla de amor y de ego en estas revistas. Podría decirse también: nada como el amor de una mujer. Pero esto ya se ha dicho. A Darío, con su pluma de pavo real bajo el sombrero, no le molestaría la repetición, porque su yo erótico no era menos enorme. Cómo les importa el amor a las chicas, anyway.
Ahora, leyendo el horóscopo, me doy cuenta que estas revistas se dirigen tanto al lado femenino del hombre como al lado masculino de la mujer. Son tan perceptivas como penetrantes. Esta podría ser una revista junguiana. De otra manera no sé cómo acertaría tanto.
Todo el mundo sabe que hay algo profético en los horóscopos. Pero que sepan leer el presente, ya es diferente. Para eso se necesita sabiduría, información, saber ver. La Primera Crítica de la revista, me dice su asombro de lo justa que fue la predicción del horóscopo para sus comienzos de año. Increíble. Yo le pido que me lea el mío, todavía dormido (lo pregunto para ver si es mejor no levantarme). Y dice cosas que ni mis mejores amigos ni mis más impíos enemigos me han dicho: "Aprecias tu círculo social, pero ya no tienes interés en hacer nuevos amigos. Saldrás mucho y te divertirás, pero no hay nada serio en el horizonte (sobre todo por tu falta de interés hacia tus pretendientes). Si tienes pareja, habréis superado los baches de los años anteriores, así que seréis una pareja muy unida". A estas alturas de la lectura, la Prima Donna ya estaba pegando brincos de felicidad. Le dije: "Sigue". Y siguió en una letanía cargada de placer y sentido, como la Esposa del Cantar de los Cantares: "Dile adiós al trabajo exagerado. (Aquí hubo un anticlímax brusco en la Declamadora, casi un efecto a lo Mingus.) El año pasado hiciste lo posible por estar a la altura de tu profesión (Suspiro de alivio: nada que ver con el trabajo para ganarse el pan). Seguirás prosperando, pero sin el peso de la ambición. Te centrarás en enriquecerte (paréntesis: aquí se iluminó mi alma de puerto libre) intelectualmente y en cambiar de imagen. Di hola a poder soñar. Para un signo tan concienzudo, soñar despierta (el alma era mujer para los griegos) te vendrá de perlas". Y para rematar, en plena apoteosis optimista: "Tu intuición estará a flor de piel". No contentos con tanta penetración, para que entienda que no estoy solo, invitándome a alzar mi vista a las estrellas, nombra gente famosa de mi signo: Ariadna Gil, cuyos senos hermosos volví a ver hace poco en Belle époque, del excelente Fernando Trueba. Allí Ariadna, vestida de militar, domina en el lecho improvisado de un granero a Jorge Sanz disfrazado de mujer. En las alturas de mi signo están también Paul Auster, inopinado acuario cuya compañía me contenta, y Christina Ricci, que no me gusta pero algo le vería el maestro Woody.
Es cierto que el estilo de estas revistas puede no ser muy innovador, pero innovadores, pocos. ¿Acaso esperan que Joyce redacte los horóscopos? Ahora que me acuerdo hay una referencia deliciosa a las revistas de moda femenina en el Ulises. Sí, sí. A Joyce, jesuita sin dios pero con dioses, diosas y semidiosas, le gustaban las mujeres tanto o más que los juegos de palabra, la ópera y la burla literaria. Aunque también, en un sentido imaginario, no necesariamente sexual (¿por qué habría de serlo?), le gustaban los hombres. Prueba: Stephen y Leopold son tanto o más ricos como personajes que Marion, de soltera Tweed. Joyce, por cierto, era acuariano, del 3 de febrero, el mismo día del Mariscal Sucre, que podría ser, por su muerte a un tiempo predestinada y casual, un personaje de Auster. Feliz mes de cumpleaños a todos.
"Dile adiós al trabajo exagerado". Dios mío, qué sabiduría. Un llamado a la mesura, donde residía para los antiguos griegos (que impregnan con su autoridad solar toda la revista) la excelencia. Sería de necios incumplirlo.

2046


David Alejandro Malavé B.





El Futuro como nostalgia:

El famoso psicoanalista británico, Wilfred Bion, escribió una novela ensayo llamada Memorias del futuro, en ella hace un homenaje a la Melancolía como estado anímico de los tiempos por venir, pues en esta situación es en la que parece inevitable caerá la humanidad a consecuencia de los supuestos cambios psíquicos que los tiempos futuros nos deparan. Cuando leemos a los teóricos de la Postmodernidad Váttimo, Baudrillard, Lyotard, y lo que estos autores dicen en relación al futuro de la humanidad, las condiciones de la existencia subjetiva por venir, las relaciones interpersonales, la condición del sujeto, del ciudadano, las relaciones laborales, los patrones de consumo masivo, pero sobre todo del amor del futuro, la reacción psíquica mas frecuente a experimentar es un estado depresivo teñido de nostalgia por un pasado aún no advenido, pero que suponemos fue mejor.
Teóricos del futuro, nos anuncian la desaparición de la capacidad de amar, de enamorarnos de una persona o un ideal, de establecer vínculos íntimos profundos. Todo ello originado por la ausencia de la condición necesaria para ello: la carencia. Es decir por una satisfacción inmediata de aquello que convoca la epifanía del deseo, a saber la situación de ausencia y la necesidad.
Cuando el cineasta Wong Kar Wei, nos presenta el futuro como un lugar al cual se llega a todos lados de inmediato, a través de una red ferroviaria que recubre el mundo, nos introduce en una dimensión en la cual no cabe lugar para las distancias, lo exótico y lo extraño, como tampoco para el deseo o el amor. A todos lados se llega rápida y eficientemente, por lo que no hay añoranza, ni anhelo por lo desconocido, no hay curiosidad, ni entusiasmo, sino un eterno presente donde los paisajes o las personas se suceden instantáneamente, sin generar emociones. Lo mismo ocurre con las personas, las mujeres del futuro para el Sr. Chow, no son seres llenos de misterio, no son fuente de emociones, me atrevo a decir que tampoco de sensaciones voluptuosas, el futuro está poblado de androides; eficientes, complacientes, limpios, estériles y sobre todo desechables que no requieren de compromiso o vinculación. Su trabajo es la satisfacción cabal de los clientes del eterno viaje en tren que es un asfixiante presente.
La nostalgia es también por un futuro en el cual no hay lugar para la confidencia, el secreto, la intimidad. El señor Chow, extraña el tiempo en que, si se tenía un secreto, por lo general un dolor, una pena, o un amor no correspondido, las gentes subían una montaña, buscaba un árbol con un hueco, lo susurraba y luego lo cubría con barro. En general, todo gran amor es un secreto, particularmente aquel que nos marca con lágrimas. Lo que desconocemos en general es que todos hemos perdido, gracias a los dioses, un gran amor, ese primer amor por el Otro; por lo cual nos introducimos en la dialéctica del Deseo. Ese amor por un imposible llamado el Otro, presente como imposible desde el origen mismo del sujeto, que nos precipita en la eterna búsqueda de aquello perdido; aquel resto que estaremos siempre buscando en los otros de la vida cotidiana, en las personas de las cuales nos enamoramos. Ese resto que es un secreto hasta para nosotros mismos, un permanente desconocido, que nos condena a la eterna nostalgia, al deseo nunca completamente satisfecho, siempre en fuga, siempre desplazado a nuevos objetos/ situaciones. Es así como Chow abandona su gran amor en Singapur, Shu Li Zhen, para recorrer la geografía buscando sus huellas en cada nuevo amor, en cada nueva aventura erótica, sin saber que el Otro del primer amor, ni fue Shu Li Zen por quien tanto pena, ni nunca será hallado en otra mujer. La búsqueda es para Chow y para cualquiera de nosotros un juego de espejismos, ya que nunca encontraremos sino trazas, huellas de eso que creímos poseer, tener, amar en un remoto pasado, en el origen de nuestra condición de sujetos. Por eso ni siquiera cuando de vuelta en Singapur encuentra nuevamente a la misma mujer en la persona de Gong Li, es ella la misma, ni sería la misma si encontrara a Shu Li Zen. Nunca podremos reconstruir ese primer encuentro, ni Chow ni nosotros, aunque sea la misma mano enguantada, el mismo vestido negro, la misma sinuosidad y cadencia de caderas, la misma atmósfera decadente. Porque ese encuentro con el Otro que nos marca, es único, mítico, irrepetible y para algunos hasta inexistente, un espejismo creado por la necesidad y la satisfacción, por las tensiones corporales del infante y su aplacamiento. Por ello enamorarse será una condena, una permanente nostalgia y amar una aceptación sosegada de lo perdido, de la falta y la carencia en uno mismo y el otro.
También extraña Chow una escucha, alguien que pueda escuchar su drama, con interés y confidencialidad ¿extrañará la escucha de un analista? El siglo XIX inventó este tipo de escucha, la analítica, donde la intimidad y las miserias, quedan selladas con el silencio. ¿Se tratará del temor a una sociedad futura donde las comunicaciones o su control, no alberguen espacio para semejante experiencia de intimidad?
He de mencionar que en los juegos numéricos con los que Wong Kar Wei juega permanentemente en esta película, 2046 es el año en el que finaliza la promesa para Hong Kong por parte de la China Popular del régimen de un país dos sistemas. A menos que los cambios experimentados hasta ahora por China, continúen su progreso, Hong Kong, podría perder su Democracia Representativa autónoma de Beijing, así como el régimen económico liberal, ecos de nostalgias mas locales.



Una lección de cómo funciona el deseo masculino:
Los múltiples enredos amorosos del Sr Chow, nos sirven de ejemplo a fin de ilustrar, algunos de los más gráficos trabajos de Freud. Me refiero a Sobre una particular elección de objeto; trabajo ambientado en la Viena decimonónica, que pareciera valer para explicar las elecciones de objeto amoroso y sexual, en el Hong Kong de los sesenta. No es casual que hable de objeto amoroso y objeto sexual, pero es que la dicotomía que vive Chow en relación a las mujeres es tal cual. Organiza su relación con las mujeres entre aquellas que sirven a la admiración, la contemplación, el intercambio intelectual y artístico, y aquellas que sirven a la satisfacción sexual.
Bai Ling, la hermosísima y sensual joven que se prostituye con clientes de dinero, le procura a Chow las más intensas y plenas satisfacciones sexuales. Aún a sabiendas de que Bai Ling no es exclusiva para él como objeto sexual, aún compartiéndola con otros clientes, aún cuando sus encuentros sexuales están mediados por el dinero, para Chow, es la mujer de su saciedad erótica. Cuando Bai Ling intenta que la relación no esté intermediada por el dinero, cuando está dispuesta a enamorarse y convertir a Chow en su objeto de amor, el mantiene la degradación del vínculo a través de su insistencia en el pago, simbólico que suavizará ella reduciéndolo a diez dólares. Cuando ella es la que desea convertirlo en su amor, sarcásticamente le cobra para mantener la degradación y hacer imposible cualquier relación.
En cambio Wan Jing, la hija del dueño del hotel, se la presenta como una mujer sublime, hermosa, buena escritora, casta pues su deseo es romántico y puro, por imposible ya que se trata de un odiado japonés y en todo caso es un deseo por un amor imposible. Tan sublime es la hija del hotelero, que su presencia se acompaña del aria Casta Diva, de Norma, sacerdotisa celta, de inmaculados deseos que muere por el amor imposible a un romano, enemigo de su pueblo. Ese es el amor ideal para Chow, como tal lo reconoce, y luego lo extrañará. Sin embargo no conserva a Wan Jing, para sí, no lucha por ella, hace todo para que ella colme su amor por el extranjero, el enemigo japonés de la pasada guerra. Reconoce que sería la mujer ideal, pero no siente que el tiempo y el azar estén de su parte.
Me atrevo a decir que deja pasar ese tren, por cuanto inconscientemente sabe que ese primer objeto, el Otro que mencionaba anteriormente nunca será nuevamente hallado. Es un imposible en el tiempo y en la práctica por cuanto las demandas que hacemos al otro amado, nunca son en el tiempo exacto porque son respuestas en el tiempo de la Realidad. La respuesta será siempre o tardía o muy temprana, por cuanto no hay conformidad en la dimensión de la demanda… y Chow se lo explica a si mismo en esta frase: “nunca estamos a tiempo”
En la dialéctica entre estas dos mujeres, traspuesta a las androides del futuro, estamos frente a la descripción clásica que Freud hacía del deseo masculino en el trabajo mencionado. La esposa, madre de los hijos del matrimonio burgués debía mantenerse pura, casta, inmaculada inclusive dentro de la práctica sexual que debía en todo caso servir a la reproducción. La mujer para la satisfacción sexual plena, para dar rienda suelta a las más floridas fantasías y al desborde sexual, quedaba vedada para el matrimonio o una relación estable. Podía ser la amante, la cocotte, el segundo frente, pero jamás la compañera del viaje de la vida. Quedaban en estos tiempos e inclusive ahora, la mujer sexual y el deseo erótico irremediablemente degradados.
Lo que debemos dejar en claro es que dicha degradación la introduce el personaje masculino, atrapado en los complejos y tabúes de un patriarcado que funciona como prisión para la mujer, pero como freno a la felicidad en los hombres, supuestamente privilegiados por dicha situación.
Es tan patética la situación para Chow que estando por fin totalmente enamorado de Wan Jing, llega a proferir palabras como las siguientes: “los sentimientos son algo que no se puede controlar”.
Sobran las interpretaciones. Un ser que se aterra de las emociones porque las mismas lo pueden inundar y amenazan su integridad psíquica ¿neurótico obsesivo? En todo caso, esta frase, junto a lo dicho anteriormente, permitiría decir a los colegas junguianos, definitivamente un ánima mal integrada.
Esta situación en la película me resultó extraña por cuanto la ambientación es en Hong Kong, durante los años sesenta, década conocida como el momento en el cual los valores sexuales fueron sacudidos a nivel mundial. Claro no todo el mundo vivió de la misma manera el sacudón en torno a la ética sexual que se dio principalmente en Europa y los Estados Unidos. Resulta algo anacrónico un dilema así en los sesenta, aunque la sociedad china, aún en el Hong Kong capitalista quizás era muy conservadora, y seguía anclada en los patrones y paradigmas de los años cuarenta y cincuenta. Algo plausible en la vestimenta, la música y los gestos que los actores encarnan. La iconografía femenina, las poses de las mujeres, las manos enguantadas y los cigarrillos humeantes son permanentes referencias a esos tiempos y no a los sesentas que conocimos nosotros. Dato curioso lo constituye el hecho de que los disturbios a los que se hace referencia, no provienen de los sectores juveniles en búsqueda de libertad sexual o rebelión en contra del poder de las instituciones, sino de los sindicatos cercanos al partido comunista chino y a la revolución cultural maoísta, que intentaron acabar con el tratado de independencia de Hong Kong entre Inglaterra y China, según pude investigar.


Don Juan en China:
De los personajes más estudiados por todas las corrientes del Psicoanálisis, uno de los más famosos es Don Juan Tenorio. Experto en mujeres, seducción, conquista femenina, galanteos buena vida, pero absoluto fracaso en la capacidad de mantener una relación profunda, un compromiso con el otro. Las razones esgrimidas por psicoanalistas de todos los tiempos son diversas:
Desde la clásica homosexualidad encubierta, no reconocida, que invita a la mujer para ser burlada y abandonada. Hasta la lectura que dan Lacan y algunos Junguianos, que excluyen cualquier rasgo homosexual, insistiendo más bien en una hiper virilidad, que como tal, quizás diría Jung, desconectada de su ánima, no guarda ninguna consideración a los afectos ni los sentimientos.
Lacan plantea si mal no recuerdo en una de las lecciones del seminario Aun, que nada mas lejos de la homosexualidad que el Don Juan -entiendo lo relaciona más con un problema en la dimensión del Goce-.
Algunas visiones arquetipalistas, lo describen como la virilidad en su esencia (aunque no me ubico entre los amigos del esencialismo) Virilidad descarnada, sin atisbo alguno de emociones o consideración por el otro que entrañarían una relación profunda con el ánima, lo inconsciente. Lo comparan al dios Hades y le atribuyen como a éste la condición del raptor. Pues Hades fue el raptor de Kore, la doncella, el alma inmaculada, pura, que llama al rapto, al encuentro con lo oscuro, lo sombrío a fin de desarrollar el proceso de su propia evolución.
Guardan los casos arriba citados, similitud con ese Chow, que abandona a Bai Ling, a Su Lin Zen, que usa a Lulú/Mimi, a la hija menor del hotelero, que le dice a las mujeres “hay una sola cosa que no puedo prometer, que no puedo dar” dinero, placer, sexo si, pero afecto, compromiso jamás.
Visto desde el punto de vista kleiniano, podemos pensar en una incapacidad total de reparación, como el reencuentro con algo de su pasado, la mujer de Singapur que podría ser un sucedáneo de Sun Lin Zhen o Bai Ling, la prostituta, lo demuestran. Teniendo una segunda ocasión, de rehacer la relación o reconstruir su vida al lado de las mujeres que lo erotizaron y amaron, Chow no da oportunidad. Para reparar, hace falta haber atravesado la posición depresiva, haber podido alcanzar la consideración por el otro, y sobre todo hay que haber sanado de las heridas y las pérdidas a las que todos los humanos estamos obligados, me atrevo a decir que condenados. La única oportunidad que se da de entregarse al objeto y al amor, la pone en un remoto futuro. Es para el personaje escritor Chow, un asunto de Ciencia Ficción, tan lejano, que no se da con mujeres humanas sino con androides.
Para mí, a tono con el aire emocional de este film, el Don Juan es un melancólico. Alguien que se quedó petrificado en la pérdida de ese primer objeto de necesidad, de ese Otro que todos necesitamos para constituirnos en sujetos, pero que para tal fin debemos perder. Esa fijación a la pérdida, lo lleva a la repetición compulsiva con la fallida intención de encontrar otra vez ese objeto maravilloso, engañoso, pues nunca existió. Pero es una búsqueda infructuosa estéril que transcurre al modo del dicho criollo, “buscando para no encontrar” que garantizará, un estado de permanente tensión psíquica, que quedará sellado a fuego en la estructura del melancólico. Caso parecido a la tristeza que deja el relato de los permanentes abandonos que realizaba Leonardo en las distintas cortes que lo albergaron, parecido a la del Holandés Errante en el espectro de la Ópera. En este sentido me gusta mucho la explicación que daba el Dr Julio Aray, donde concebía el problema del Don Juan, como un disfraz maníaco de una profunda melancolía. Alguien que es víctima de una tragedia, que vierte lágrimas en otros ojos y no de los propios.
(Si esta pérdida monumental resulta en una heterosexualidad o una homosexualidad, creo que depende más de un azar asociado a las características de ese resto perdido, que a cualquier otro mecanismo explicativo )
No está demás en subrayar, la relación entre melancolía y una profunda capacidad o talento para lo estético, y la creación, tal es el caso de Leonardo descrito por Freud, o de escritores como Jorge Luis Borges, Marcel Proust, Marguerite Yourcenar u otros artistas expertos en recrear atmósferas o tiempos añorados.


Cómo se hace una historia:
El protagonista enuncia una frase magistral para todo aquel que pretenda escribir narrativa, una frase enunciada una y otra vez por autores de la talla de Fiodor Dostoiesvky, Franz Kafka, Thomas Mann o Jorge Luis Borges; “Hago las historias con retazos de las vidas de las personas que me encuentro”. El Sr. Chow, continuamente observa, escudriña, averigua los dramas de las personas que le rodean; las cantantes asesinadas, las hijas que desobedecen en su deseo amoroso al padre, las prostitutas que atienden a los clientes, los relatos de porteros, mesoneros, vigilantes, y sobre todo lo que a él mismo le acontece, luego pretende olvidarlo y cuando se sienta a escribir irremediablemente cuela en sus creaciones lo vivido por él o quienes le rodean. Por supuesto esta observación, en la vida real, es selectiva y fragmentaria, como tantas de las tomas que hace Wong Kar Wei, a través de ventanas, hendiduras en las puertas, por encima de escritorios, mirillas y huecos en las paredes. Siempre se dijo que era a través de lo nimio, del desecho que el Psicoanálisis arribaba a las grandes verdades del sujeto.
En cuanto a la Literatura, Dostoiesvki leía las páginas rojas de los rotativos de San Petersburgo y todas las Rusias, en busca de noticias que convenientemente olvidadas y desfiguradas servirían para construir sus más grandes y exitosas novelas como es el caso de Los Demonios o Crimen y Castigo. Borges y Bioy Casares, escriben los problemas para Don Ignacio Parodi a partir de las noticias de la última página de los diarios porteños, sólo de allí podía alimentarse la mente de un supuesto criminal que ayuda a resolver los mas difíciles y truculentos casos. Poe relata una técnica similar.
Acaso ¿difiere esto en lo descrito para el proceso de creación literaria por Sigmund Freud? ¿No resultan similares los comentarios de los escritores citados con el texto sobre la Gradiva?
¿Como se construyen los sueños? Freud nos enseñó que el sueño consiste en la particular gramática que nace del encuentro de nuestros deseos insatisfechos, con los más triviales hechos y ocurrencias de la vida de vigilia. Durante el día nuestros sentidos recaban miles de datos fragmentados, parciales, insignificantes que quedan almacenados en la memoria inconsciente. Una vez allí aquellos deseos que la vida social, la censura y las instancias psíquicas no permiten expresarse, los toman como vehículos para su realización fantaseada. Ese es el origen de los relatos que nos contamos todas las noches. Freud, no se conformó con explicar nuestras mediocres narraciones personales, se atrevió a incursionar en los mecanismos de la creación literaria. Sorpresivamente sus hallazgos, coinciden con el mecanismo anteriormente descrito por los grandes mencionados. El narrador observa su entorno, acumula las anécdotas relatadas por sus congéneres, las olvida y con el tiempo las reescribe introduciendo siempre sus deseos insatisfechos, ocultos, prohibidos o inviables. Ninguna narración es totalmente original, siempre contiene algo de la propia intimidad. Eso si, no todos podemos ser grandes narradores, pues muy agudamente Freud observa que la capacidad de mantener la atención del lector, y la belleza que el texto alcanza, no responde a mecanismo alguno de los develados por él, sobre el funcionamiento del Inconsciente. Constituyen un don, una especial capacidad del artista o escritor de agregar un plus libidinal a sus textos, para hacerlos agradables o terribles, bellos o siniestros, pero en todo caso atrapantes de la atención o calificables como obra de arte.


Cuando los exóticos somos nosotros:
Recientemente en un evento en torno a Jorge Luis Borges, tuve la ocasión de escuchar una ponencia sobre La China, y lo Oriental, como elemento emblemático de lo exótico en la escritura de dicho autor. Muchas veces China y Japón fueron los representantes de lo extraño, lejano y misterioso, para el Occidente, en los cuentos infantiles, en la literatura del siglo XIX, en el Impresionismo, en los cuadros de Van Gohg y sus contemporáneos. Me llamó la atención al mismo tiempo que me causara algo de gracia, cuando la encarnación del exotismo resulta en lo familiar para nuestros ojos y oídos. La música latina, el bolero romántico del Caribe propio de los cuarenta y cincuenta, como la conocidísima canción de Siboney, subraya lo exótico, sensual, misterioso, femenino que el cineasta quiere denotar así, anuncia el bolero, a las mujeres que encarnan el deseo del actor principal. Cada vez que quiere subrayar la sensualidad y el misterio que la mujer encarna, la adorna de las clásicas imágenes construidas por la iconografía de los cincuenta, peinados con altura, aguantados a fuerza de laca, el humo de un cigarrillo, manos enguantadas, mitones y el infaltable bolero. Es como si el espejo, o el ojo que mira lo exótico, hubiera cambiado de posición, ahora nosotros encarnamos lo ajeno, extraño, misterioso. Quizás no es nueva esa visión pues para Europa o Norteamérica siempre fue así, pero ahora China emerge como potencia económica y cultural y busca sus propias fuentes de exotismo.
¿Qué subyace al exotismo? ¿Qué intenta mostrar el cineasta con esta imagen? Creo que nuevamente estamos en el terreno del oscuro objeto del Deseo. Lo exótico resulta irremediablemente lejano, ajeno, perdido al menos para la vida cotidiana. Lo exótico es aquello que se anhela visitar alguna vez, conocer en vida alguna vez, pero que sabemos no entra en los planes de la vida diaria. Siempre por tanto se lo representa o figura con países y culturas que están muy alejados en la distancia, zonas Geográficas cuya visita implicaría un esfuerzo de tiempo, trabajo, dinero, desplazamiento y comprensión. Entonces ¿qué mejor imagen? sino lo exótico para figurar en el lenguaje hablado o visual, el objeto del deseo, ese resto para siempre perdido, nunca hallado, siempre en fuga pero que nos mantiene en movimiento, inclusive vivos durante nuestra historia vital. A los oídos y la psique china, el Caribe, Cuba o Siboney deben ser tan inalcanzables como para nosotros Schezuan, Indochina o las ruinas de Angkor Vat ¿qué mejor lugar para proyectar esa extraña y deliciosa locura llamada “enamoramiento”?




¿Qué es 2046? Una habitación donde los cuerpos anhelan, se desean, se entregan al amor y al sexo, al placer y a la agonía que significa estar vivos? O supone el artista que para el año 2046 la humanidad habrá llegado a un estado de anhedonia, de tedio tales, que el amor será solo una nostalgia, el sexo sólo una función fisiológica para la cual nos bastará el encuentro con el ciber humano. ¿Será 2046 el año en que tendremos que preguntarnos como especie si estamos vivos? ¿Será 2046 la pesadilla anunciada por Baudrillard?: una humanidad atravesada por un continuo flujo de información y objetos de consumo. Una humanidad que no vive, sino es vivida, vampirizada por los objetos de consumo y la información. En un tiempo fui muy pesimista con el panorama que nos dibujaban los teóricos de la postmodernidad, suponía que acabaría con esa arcaica y conservadora estructura llamada la Psique y por supuesto sus manifestaciones, el amor, las emociones. Por suerte todos contamos con aquella amada que nunca nos fallará y siempre nos regalará el mundo de la carencia, la incompletud y la castración simbólica, bases indestructibles de ese aliento para vivir llamado deseo. 2046 es la amada infalible, oscura, misteriosa, podría ser en palabras de San Francisco de Assis, la hermana Muerte.

Magally Ramírez R.



Tres generaciones de mujeres sobreviven al viento solano, al fuego, a la locura, a la superstición e incluso a la muerte a base de bondad, mentiras y una vitalidad sin límites. Ellas son Raimunda casada con un obrero en paro y una hija adolescente. Sole, su hermana, se gana la vida como peluquera. Y la madre de ambas, muerta en un incendio, junto a su marido. Este personaje se aparece primero a su hermana y después a Sole, aunque con quien dejó importantes asuntos pendientes fue con Raimunda y con su vecina del pueblo, Agustina.

Raimunda es una madre joven, emprendedora y muy atractiva, con un marido en el paro y una hija en plena adolescencia. Es una mujer muy fuerte, una luchadora nata, pero a la vez muy frágil emocionalmente. Desde su infancia guarda en silencio un terrible secreto. Un domingo primaveral, su hermana la llama para decirle que la Agustina, una vecina del pueblo, le ha comunicado por teléfono que su tía Paula ha muerto. Raimunda adoraba a su tía, pero no puede ir al entierro porque momentos antes de recibir la llamada de su hermana ha encontrado a su marido muerto en la cocina, con un cuchillo clavado en el pecho. Su hija le confiesa que lo ha matado ella porque el padre, borracho, la acosó insistentemente.

Vivos y muertos conviven sin estridencias, provocando situaciones hilarantes o de una emoción intensa y genuina. Es una película sobre la cultura de la muerte en la Mancha. Los paisanos la viven con una naturalidad admirable. El modo en que los muertos continúan presentes en sus vidas, lo fantasmagórico es una nota constante que no desaparece jamás del relato la riqueza y humanidad.

Volver destruye los tópicos de la España negra y propone una España tan real como opuesta. Una España blanca, espontánea, divertida, intrépida, solidaria y justa. La imagen final es un umbral que sólo refleja algunas luces que alumbran el misterio de lo femenino, volvemos a la primera escena y nos encontramos con mujeres en el templo de la muerte, puliendo lápidas, las lápidas de sus madres, madres muertas. Agustina es la única que hace de madre de sí misma, limpia su propia tumba ya que su madre ha desaparecido en forma misteriosa.

Siguiendo con Raimunda, ésta asiste a diferentes actos de violencia uno de ellos es el momento en que Almodóvar coloca frente a los ojos del espectador la brutal imagen de un marido masturbándose frente a su esposa, ya que ella se ha negado a acostarse con él, la denuncia se desplaza en un continuum que desborda lo cotidiano, una segunda imagen de violencia es cuando nos enteramos que Raimunda ha sido violada por su propio padre, entonces se plantea que su hija es también su hermana, el horror de lo masculino sigue haciendo su epifanía, la sociedad machista se descompone bajo el silencio, la complicidad y el crimen de los que ha sido víctima el geto femenino. Volver de Pedro Almodóvar, volver es un símbolo en todo el discurso cinematográfico.

Volver, para mi, significa un regreso a la antigua tragedia que conduce a la expiación, volver es repetir la misma violación milenaria que se ha hecho de la mujer, cuando uno ingresa en la cinta, como lector, cree estar ante el discurso de Medea, Almodóvar coloca a la mujer en el rol de víctima y victimario, simultáneamente, en su condición de víctima requiere de todo el apoyo de ese secreto femenino que constituye la verdadera solidaridad de las mujeres y en el otro papel, el de victimario, lo femenino se enfrenta a lo masculino, por aquello de que la mujer no perdona la traición ni la violación, llega al crimen cuando estos valores son transgredidos.

Me gustaría hacer mención del paisaje femenino que Almodóvar deja correr en la cinta, ese paisaje habla, también, de la lucha femenina, son: la cocina, los cacharros donde se elaboran los dulces, un cacharrito de aluminio sirve para colocar un quesillo, hecho por mano de mujer, la escena donde Raimunda escucha uno de los secretos más terribles de la película, sentada en una poceta, el escenario de la peluquería vuelve ha ser ámbito donde se ejecutan chismes y secretos del habla de las mujeres, los envases Tupperware que resguardan los dulces realizados, dos poltronas rojas anuncian de nuevo la soledad, la complicidad entre mujeres vuelve a registrarse cuando ocho mujeres intentan cargar una nevera y colocarla en su lugar o cuando se ayudan entre ellas para enterrar al marido de Raimunda.

Podríamos concluir que Pedro Almodóvar no permite ni un momento de piedad para el mundo masculino, denuncia su abuso de poder, poder que se desvanece ante la astucia femenina.

El hombre es un narrador de historias; vive rodeado de ellas y de las ajenas, ve a través de ellas todo lo que le sucede, y trata de vivir su vida como si la contara, pero hay que escoger: vivir o contar, así lo explora Jean Paul Sartre en La náusea.


Caracas 23 de noviembre de 2006.

Deborah Castillo: ¿tocar o no tocar?







José Antonio Parra



En plena orgía, un hombre murmura al oído de la mujer:
what are you doing after the orgy?
Jean Beaudrillard

La propuesta de Deborah Castillo apuesta al arte de lo explícito; una jugada donde la artista trastoca las reglas del juego mismo para sumirse, si acaso esto es posible, en sujeto de la representación. Su serie Colección privada: fantasías I es una secuencia inmersa en una poderosa atmósfera kitsch donde el carácter de lo que es en apariencia pornográfico, esto sería la imagen por la imagen, se disuelve para dar lugar a la intencionalidad estética contextualizada en un espacio tiempo distante al espectador.

La tonalidad sepia de la imagen junto a la exposición de los calendarios contribuyen, en gran medida, a agudizar este distanciamiento temporal en el que la artista se desplaza en un vaivén entre el objeto y el sujeto representados, aspecto que Foucault trata hasta la saciedad en el capítulo de Las palabras y las cosas dedicado a Las meninas. En este caso Castillo se vuelve un imposible, se sumerge en un sujeto-objeto irreal, deconstruido, carente de asideros y de una sexualidad en evidente denuncia.

El tratamiento cromático de la piel en la imagen sumergen a la composición en un erotismo cálido, desenfadado, volcado hacia un espectador qué, asaltado por la sorpresa, desconoce las intenciones detrás del aspecto performance de Deborah castillo.

Alexandra Kuhn. Pinturas diáfanas 2007 2008







Sonia Casanova


En su obra reciente, Alexandra Kuhn presenta transparencias y proyecciones con materiales diáfanos que arrojan sombras sutiles. La luz es el tema que trabaja a través de su consecuencia, la sombra, que es producto de la materialidad, de la vida que detiene su trayecto. La artista abandona la retícula orgánica de su obra anterior para dar paso a la acromía y el gesto. Vuelca la mirada hacia el interior y hacia la fantasía de las percepciones, y comienza a trabajar luces y sombras.
La obra se relaciona con la pintura modernista por la valoración de los elementos estructurales, de la luz y de la monocromía. La artista transita los caminos abiertos por los pintores modernos para reflexionar sobre los orígenes de la pintura en los que, según Plinio el Viejo, “la imagen pictórica no sería el fruto de la observación directa del cuerpo humano y de su representación, sino de fijar la proyección de su sombra.” (1)
Tres grupos de obras conforman esta exposición, según sus materiales e intenciones. En un principio, la artista utiliza los elementos tradicionales de su trabajo como son la materia orgánica y la costura y, mas reciente, aparece la pintura gestual. El signo apenas se vislumbra por su opacidad sobre el lienzo; los pétalos devienen sombras y las puntadas en hilo blanco siguen rítmicamente la forma.
Alexandra Kuhn propicia que el gesto fluya, que la forma artística provenga del inconsciente. La textura espesa de la resina define espirales y otras líneas onduladas sobre las que la artista luego cose concienzudamente, como una reflexión sobre el arrebato y como remiendo de los gestos inconscientes. Estas acciones sobre una superficie blanca, de lino tupido, conforman la serie Blanco sobre blanco.
El blanco es la luz que contiene todos los colores del espectro, pero también es materia pictórica que la detiene y refleja. Para observar estas obras es necesario el acercamiento porque varían según la incidencia de la luz.
El mito clásico de la caverna de Platón, en La república, en el que se trata la percepción como al conocimiento, nos recuerda que no vemos la luz directamente. Vemos las sombras, que son apariencias engañosas como el eco y el reflejo. Skiagraphia llama Platón a la pintura de sombras (skias: sombras), que suele estar acompañada por la magia y la prestidigitación. Las skiagraphias de Alexandra Kuhn, son obras leves que contienen signos oscuros, primarios y contundentes, producto de formas en resina casi transparentes, casi inexistentes. La luz es la que las hace aparecer.
La instalación costura sobre luz responde a un proceso inverso, al deseo de dar vida a la luz. Alrededor de la proyección de un pétalo en su momento más colorido, poco antes de comenzar a marchitarse, la artista cose obsesivamente con el deseo de preservar la lozanía. La juventud eterna es posible en la existencia virtual; para nosotros sólo queda la forma cosida como una sombra, como una imagen para el recuerdo. Estamos hechos de materia densa y cuando perturbamos el fluir de la luz y del viento recordamos nuestra existencia.
(1) Stoichita, Víctor. Breve historia de la sombra. Ediciones Siruela, Madrid, 2006
Imágenes:
-Tulipán africano (Spathodea campanulata) IV
De la serie Blanco sobre blanco
(Detalle)
Semilla, resina, hilo sobre tela
40 x 40 cm
2007
-Skiagraphia III
De la serie Skiagraphias
Resina sobre acrílico
31 x 31 cm
2007
-Real / virtual
(Imagen proyectada)
De la serie Costura sobre luz
Luz, hilo sobre tela
88,5 x 118 cm
2008

El barril de Dios


Rolando Peña "El Principe Negro"




Texto de presentación del mural El barril de Dios
Universidad católica Andrés Bello-Caracas, 31/01/2008


Después de más de tres décadas trabajando y desarrollando el petróleo como concepto, icono de la cultura contemporánea es sorprendente constatar cuán infinitas son las posibilidades, estéticas, conceptuales, políticas, ecológicas de este elemento o bitumen. Sin duda los artistas somos obsesivos, llevo 49 años vestido de negro, al arte desde que tengo uso de razón o sin razón, al petróleo lo digo al comienzo del texto.

“El Barril de Dios” es una obra aleatoria, sin fin, tanto en las imágenes como en el sonido, me propuse hacer un Caleidoscopio con un barril y dividí la pantalla de la computadora en cuatro, para que las imágenes rebotaran entre sí creando una sensación de espejo, en el caso del Mural intento plasmar todas estas sensaciones, por supuesto con la complicidad del público. Entre mis obsesiones la idea de lo aleatorio, los espejos, los sinfines, el barril, el sonido puro han ocupado un espacio preponderante en mi creación y definitivamente la unión Arte, Ciencia y Tecnología es un leit motiv en toda mi obra.

La ciencia ha demostrado que la naturaleza en sus niveles más básicos es altamente simétrica. En este sentido todos entendemos qué es simetría, la percibimos cada mañana en el espejo, en la inmutabilidad de una esfera, o como nos recuerda Jorge Luis Borges “La realidad favorece la Simetría”.

Ahora bien, la naturaleza no es exactamente simétrica. ¿Quién podría imaginarse un mundo unitario sin diversidad? Sin átomo, sin galaxias, sin flores, sin mujeres.

En su famosa teoría de la incertidumbre Werner Heisenberg plantea que el átomo tiene un movimiento azaroso, Einstein con la relatividad y por supuesto Mandelbrot con sus fractales, Rene Thon con sus matemáticas del caos, et cétera, nos llevan a darnos cuenta cómo la historia se hace y se deshace, lo mismo sucede con el arte, de ahí la importancia del creador, su rol es abrir, puertas, lanzarse en el vació sin malla protectora, poner el dedo en la llaga, asumir sus obsesiones hasta sus últimas consecuencias, si logro esto con mis obras estaré un poco más tranquilo.



A DIOS DEDICO EL BARRIL DE DIOS..... ROLANDO PEÑA

Syd Barrett: procol his


José Antonio Parra



Roger Keith, mejor conocido como Syd Barrett, comenzó su experiencia temporal el 6 de enero de 1946 en Cambridge, Inglaterra. Quizá ya destinado a un propósito, o sujeto mismo de su fatum, hacia la edad de 13 o 14 años ya era conocido por su carismática personalidad en todo Cambridge. En ese período, e inspirado por el nombre de un baterista local llamado Syd Barrett, cambia su nombre.

Su primera participación en una banda fue en Geoff Mott and the Mottoes y posteriormente en The Abdabs, donde se evidencia su tendencia hacia el blues. En ese punto ya hay marcas de esa tristeza e introspección que lo marcarían por el resto de su experiencia, reminiscencias de la huella que dejó en él la muerte de su padre cuando apenas contaba con 12 años.

La atmósfera en la cual crece Barrett, en tanto hijo de la post guerra y adolescente justo en el estallido de la contracultura, aunado a una personalidad extremadamente sensible, que desde niño se había manifestado en su debilidad hacia la pintura y la música, fueron desarrollando en él un distanciamiento cada vez mayor con el mundo; una personalidad introvertida que, o bien desconocía el sujeto de atención que era o sólo provocaba cuando decía que le era difícil creer que alguno pudiera prestar atención a alguien como él. No es entonces de extrañar que su incursión en la experiencia psicodélica y el mandrax hayan sido meramente un escape o una huida desesperada desde su propia piel y de las tribulaciones del teatrum mundis; quizá la experimentación sólo haya sido la excusa a partir de la cual surgieron, paradójicamente, una obra genial y una tragedia simultáneamente.

Hacia 1965, probablemente en un estado de trance por cáñamo, mientras observaba una pila de discos de rythm & blues creó el nombre Pink Floyd a partir de los legendarios músicos Pink Anderson y Floyd Council. La carrera de Barrett se disparó meteóricamente con la banda al componer los sencillos Arnold Laine, que a pesar de estar basado en la historia de un transvesti, termina siendo un juego de letras y sonidos que coinciden con el nombre del psiquiatra precursor de la antipsiquiatría Ronald Laing, quien lo diagnosticara como un caso incurable años más tarde. Así mismo, de este período es la pieza See Emily Play. Su mente genial aunada a un consumo progresivo y desmesurado de LSD lo llevaron a ser el alma del primer disco de los Floyds; The piper at the gates of dawn, donde realizó prácticamente todo el trabajo creativo, incluyendo sus piezas psicodélicas maestras Interstellar overdrive y Astronomy domine.

Con la abrumadora fama in crecendo de Pink Floyd, éstos emprendieron gira hacia los Estados Unidos, no obstante el consumo de narcóticos de Barrett lo habían llevado a tener una conducta cada vez más errática, llegando al extremo de intoxicarse con una poderosa mezcla de mandrax con beelcream que se echó en el pelo y posteriormente absorbió al derretirse por efecto del calor de las luces. Eventualmente Barrett fue sustituido por David Gilmour en Pink Floyd y sometido tratamiento psiquiátrico sin mucho éxito.

Después de Pink Floyd Syd graba dos discos: Barrett y The madcap laughs. Todas las piezas son una suerte de Rythm & blues donde queda en evidencia el “paso” de Barrett, una cadencia inimitable producto de su estado procol his -más allá de estas cosas-. La atmósfera es profundamente melancólica y el brillo psicodélico está en cierto modo apagado; el significado se hace obvio en temas como Dark globe donde Barrett apela al oyente con un descarnado “won’t you miss me? wouldn’t you miss me at all?”
En otros casos aparece el corazón inocente de Barrett en su hermosa Love song que culmina con un corazón que golpea objeto de sus propias corazonadas y que se sale, y expresa una policromía sencilla, casi alegre, tranquila; tan lejana a la oscuridad que expresa Chapter 24 (cancion de The piper at the gates of dawn cuya letra es el Hexagrama 24 del I ching, "El retorno", o tiempo del solsticio, representación de la insurgencia del primer trazo luminoso en el tiempo de lo oscuro o Ying). En otros casos Syd simplemente denuncia su estado interior en Late night al decir “inside me I feel alone and unreal”.

Estos dos discos de Barrett, no constituyeron un éxito de mercado, ya la leyenda había sido gestada; en todo el planeta se hablaba, en los círculos subterráneos, de ese hombre de Cambridge que vio más allá de las cosas, del profeta, del loco, del genio, del drogadicto, aquel cuyo “yo” se había disuelto en lo otro, convirtiéndose en un ente que era simplemente el caminar de las gentes, el movimiento de las nubes, los autos de paso, el hablar súbito, una puerta que se abre, un color repentino, el ritmo de las cosas, la interconexión de todos los objetos, el conglomerado total del planeta.

Barrett permaneció silencioso prácticamente el resto de su vida, excepto por una crisis que tuvo cuando Pink Floyd grababa el disco homenaje a éste, Wish you were here, en la que Syd aparece en los estudios de grabación y es prácticamente irreconocido por los miembros de la banda ya que se había afeitado todo el pelo y las cejas (la escena de The wall, correspondiente a Comfortably numb, ilustra esta anécdota). El resto de su tiempo, hasta su muerte, el artista lo pasó en reclusión en la casa de su madre en Cambridge, se dedicaba a pintar y a cultivar flores y no experimentó el clásico deterioro de la demencia; por el contrario, se mantenía aseado y de vez en cuando iba solo a museos en Londres, evitó por completo mencionar el tópico Pink floyd. Sumamente silencioso, sólo escuchaba música clásica, pero ya era demasiado tarde, su experiencia se había reflejado ad infinitum, en los espejos.

El 7 de julio de 2006 Syd Barrett concluyó su viaje tranquilamente víctima de complicaciones causadas por diabetes.