01 agosto 2011

cuento

José Calaforra



El presente escrito, puede considerarse un cuento; pero se trata más  bien, de la narración fantasiosa de un humano obsesionado con la naturaleza y que trata, desde su punto de vista, interpretar las sensaciones, por no decir la forma de sentir de otros seres de nuestra naturaleza.





El Viejo


Mientras vegetaba por la espesura, abrumado por soledad, la cual ya se había convertido en inseparable compañera, sentía como un recóndito instinto comenzaba a despertarse en su interior.

Transcurría el tiempo en que las aguas bajaban desde lo alto, formando inmensas lagunas sobre la tierra; los lugares que permanecían sobre ellas, eran cada vez más escasos y nubes de diminutos seres voladores pululaba por todas partes, en su frenesí reproductivo.

Era la parte del ciclo en que los seres de la tierra extendían sus hojas envolviendo con su sombra la espesura, que adquiría un aspecto espectral lleno de vapores y aromas, que confundían y desorientaban el más experto rastreador.



La humedad era tan intensa que dificultaba la respiración y minaba la resistencia, haciendo imposible perseguir las presas, esta era la sensación que lo torturaba todos los ciclos, la necesidad de encontrar una hembra, para dar perpetuidad a su especie.
Hacia mucho tiempo que al llegar las aguas, sentía ese incontenible deseo, pero su búsqueda infructuosa le recordaba algo que él en lo mas profundo de su ser sabía, pero se negaba a aceptar.

Sin embargo esta vez, había algo distinto, nuevos sonidos y aromas que no recordaba y  le producían sin saber por qué una sensación  atemorizante.

Se daba cuenta de que los seres de la espesura, se movían con una cautela inusual, como si se sintieran acechados todos a un tiempo.

Era como si la naturaleza anticipara acontecimientos inevitables y funestos, al menos así lo intuía mientras deambulaba por la espesura  en su cotidiana búsqueda.

Se sacudió vigorosamente tratando de deshacerse de todos los sentimientos que le embargaban.

Era la época en la que abundaba el alimento y era más fácil obtenerlo para  un depredador experto como él.

No pasaría mucho tiempo antes de que todos sus temores le asaltaran repentinamente, algo había llamado poderosamente su atención y un escalofrío recorrió violentamente todo su cuerpo.

Oculto en la espesura, vislumbró un pequeño ser y mientras sus ojos claros observaban a aquel extraño ser, se agolpaban en su mente, imágenes confusas que no llegaba a comprender, no estaba seguro si se trataba de sus propios recuerdos o de la imagen que habían grabado, en su mente las narraciones, que tan repetidamente escuchó, en los monólogos del viejo.

El viejo, había sido el único de su especie que alguna vez conociera, él le había enseñado todo lo que sabía, todo lo necesario para sobrevivir y ser el más poderoso de los depredadores de la espesura.

Muchos ciclos transcurrieron desde la partida del viejo, no recordaba cuantos, pero muchas veces el agua cayó desde lo alto, como ahora y otras tantas se había secado, en el eterno ciclo, desde que partió, para encontrarse, según dijo, con el resto de su raza, que lo esperaba en algún lugar, desde donde podía con una sola mirada, contemplar toda la naturaleza y mucho más allá,  hasta donde la ella termina.

Él quiso ir con el viejo, pero éste no se lo permitió, argumentó que su tiempo no había llegado, que debía partir solo, que al pasar de los ciclos, cuando fuera su tiempo, él mismo vendría a buscarlo.

Nunca comprendió las palabras del viejo y mucho menos imaginaba dónde podía estar ese lugar, pero estaba seguro que eran y que el lugar existía, el viejo vendría a buscarlo cuando fuese su tiempo…, el viejo jamás le había mentido.

Mientras acechaba a aquel pequeño ser,  sus ideas se volvían más confusas.

Cómo había podido aquel ser insignificante y frágil (sin garras, sin una dentadura poderosa, ni afilados cuernos…, en fin sin ninguna de las armas que pudiera distinguirlo como un poderoso depredador),  haber exterminado a su raza…, seres poderosos, con enormes y afiladas garras, con una dentadura capaz de triturar los huesos más duros, con una fuerza tal que podían derribar de un solo golpe a seres varias veces más grandes, para procurar el diario sustento de la manada…, no lo podía creer.

No era la primera vez que veía a uno de esos seres, ya mucho antes, cuando cazaba con el viejo, lo había visto, pero siempre el viejo se alejaba, presa del pánico, había llegado a verlo abandonar la presa recién abatida, sin dudar un instante, sin volver la mirada hacia ella; era un terror desmedido, incontenible, fuera de todo sentido, nunca llegó a comprenderlo y menos ahora cuando ese “temido ser” estaba tan cerca de él.

Mucho tiempo antes, el viejo le había contado como esos seres, perseguían y derribaban a cualquier otro ser, sin importar su especie, los había visto derribar a los pacíficos que se alimentan del verde de la tierra, como a los grandes depredadores, inclusive a los que él no se atrevía a enfrentar ni para disputar un pedazo de territorio; le había contado, que derribaban manadas enteras, no para cubrir su necesidad de alimento, sino sólo por derribarlas o a lo sumo, para tomar sus pieles y a veces la cabeza de algún cuerpo abandonando el resto a los carroñeros.

El viejo decía que era un extraño ser, que había renegado de la naturaleza y que destruía a todos los seres inclusive a los de su especie, sólo para demostrar el poder que tenían. Parecía absurdo, ese ser… ese insignificante ser, no podía ser tan poderoso y perverso, pero…, el viejo jamás le había mentido.

Antes de partir, el viejo le había contado, que cuando había vivido sólo unos pocos ciclos, estando en plenitud de sus fuerzas y siendo el macho dominante de la manada,
esos seres aparentemente inofensivos (como los habitantes de los árboles), habían acorralado a los de su manada (la última de su especie), derribándolos a todos, en medio de un ensordecedor ruido (parecido al de las luces del cielo cuando comienza a bajar el agua) que salían unas extrañas ramas del color de los seres que quedan en las orillas de los charcos al secarse, estos seres habían arrancado las pieles de los derribados y abandonado el resto.

Dijo que ellos se habían salvado de ser derribados y despellejados, pues el viejo regresaba de merodear buscando el sustento de la manada y él por ser un pequeño cachorro que quedó cubierto por la hojarasca y el cuerpo de su progenitora derribada.

El viejo describía como todos los de su manada, tenían marcas como si los cuernos de algún rumiante hubiesen atravesado sus cuerpos y también como estos seres habían desollado a los más grandes y despreciado al resto, dejando el lugar  impregnado de un fétido olor, como el que emana de las rocas humeantes de algunos lugares.

A pesar de todo, él sólo se sentía confundido, él no podía creer, el viejo debía estar equivocado, él sólo no podía sentir temor de aquel pequeño ser. Era absurdo, él…él que había derribado a seres mucho más grandes que él mismo, armados con afilados cuernos
y poderosas pezuñas, él que había osado desafiar al depredador más grande de la jungla

por  un pedazo de territorio donde merodear, ¡No!, no podía sentir temor de aquel insignificante ser, más pequeño y menos armado que una de sus presas habituales.

Sentía como su cuerpo de erizaba, no sabía si era por el temor que le inculcaran las narraciones del viejo o si era su instinto de cazador que lo impulsaba…, o seria que ese pequeño ser realmente le infundía un extraño temor.
No, no había lugar para el miedo, él era el último de su especie, el más fuerte y capaz, no podía temer a ese insignificante ser.

La sangre comenzaba a hervir en sus venas, en su cerebro las advertencias del viejo se contraponían con sus instintos, era una lucha interna entre su ser natural y los recuerdos, pero finalmente el instinto prevalecería, estaba convencido de ser superior, él había comprendido su destino.

Por un instante, en su mente pudo ver la imagen del viejo y su manada, que le veían desde ese lugar que tantas veces el viejo le había descrito, anhelantes, como deseando el fin de una espera ancestral, imaginó que ellos podían regresar a sus antiguos territorios, una vez que él hubiera derribado a ese pequeño ser al que tanto temía el viejo, cuando él les mostrara lo débil e insignificante que era aquel pequeño ser.

Trató de alejar de su mente los pensamientos que turbaban su espíritu, necesitaba concentrarse solamente en su presa, en aquel ser que según el viejo, había derribado a todos los de su manada, sólo para demostrar poder…, pero no podía alejar las dudas, los relatos del viejo debían ser ciertos…, el viejo jamás le había mentido.

En su interior la lucha continuaba, ese ser, ese ser no tenía el poder de derribar a un poderoso depredador, ese ser era como los habitantes de los árboles y estos son inofensivos, el viejo debía estar equivocad, estaba seguro de que si lo derribaba, su manada y más aún su especie regresaría y su especie regresaría y su errante y solitaria búsqueda terminaría para siempre.

Agazapado entre el follaje, observaba atentamente, comenzó a acercarse sigilosamente a aquel ser cuya presencia le había causado tanta perturbación, tratando de adivinar qué
Peligros  podía ocultar, a medida que se acercaba, se sentía más desconcertado, pues el pequeño ser vagaba aparentemente confiado, como si desconociera los peligros de la espesura.

Finalmente se encontró ubicado contra el viento en la posición más favorable para atacar a su presa, el pequeño ser jamás se daría cuenta de su presencia e instintivamente
la piel detrás de su cabeza se erizó, sus poderosos músculos se tensaron hasta el dolor, sus pupilas se dilataron y un temblor de excitación apareció en su mandíbula, mientras su boca salivaba profusamente, estaba en el clímax de la ansiedad y la excitación, su concentración  era tal, que sólo existían él y el pequeño ser, él que estaba preparado con todo su poder, esperando el momento oportuno para atacar y derribar a aquel pequeño e indefenso ser.

Su crispación crecía por momentos, momentos en los que el tiempo pareció detenerse, no podía esperar más, sus garras se alistaron y su poderosa musculatura lo impulsó hacia aquel pequeño ser, emitiendo un ensordecedor rugido que hubiera paralizado a cualquier presa.

No había forma de retroceder, uno de los dos debía ser derribado y él era el depredador.

Estupefacto, en su rápida carrera, vio como aquel pequeño ser, en lugar de huir, giraba hasta quedar de frente a él, entonces vio como levantaba una especie de rama, extrañamente recta y del color de los seres que habitaban en el agua, aquella de la cual le había contado el viejo, vio a los ojos a aquel ser, en el mismo momento que escuchaba un atronador ruido que salía de la rama, sintió que algo se clavaba en su cuerpo, como el afilado cuerno de los rumiantes, pero no era frío como este…, quemaba su carne y destrozaba sus huesos, entonces se dio cuenta de que a su boca otrora seca por la ansiedad, llegaba a borbotones la sangre, al tiempo que le abandonaban las fuerzas, haciendo que se desplomara en medio de in intenso olor como el de las piedras humeantes.

Una vez caído, vio como aquel ser le miraba con una expresión burlona y producía nuevamente el atronador ruido con su rama, sintió otra vez como su carne y sus huesos eran destrozados, pero ya no sintió aquel punzante dolor.

Como un destello, pasaron por su mente los relatos del viejo y todas aquellas advertencias y vio como el viejo se acercaba para cumplir su promesa de buscarlo para acompañarlo con la manada cuando fuese su hora.

Ahora su vista se nublaba…, y por fin comprendió dónde estaba aquel lugar del que el viejo le había hablado al partir.

Entonces comprendió…, el viejo jamás le había mentido.




José Enrique Calaforra LLorca. Nació el 09 / 11 / 51, en Valencia, España.
a los 3 años viajó con sus padres a Sao Paulo, Brasil y en el 58 se tranasladaron a Caracas Venezuela donde mora desde entonces. Cursó estudios primarios en la escuela Dn. Bosco,en Sarria, secundaria en el liceo Andrés Béllo e ingenieria eléctrica ( inconclusa ) en la U. Central de Venezuela. Trabajó en ingeniería eléctrica y posteriormente en el medio cinematográfico. Aficionado a las artes plásticas y a la literatura, en las cuales se desempeña esporádicamente. Actualmente maneja un taxi.

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