01 agosto 2010

El Rhobot de Eric Colón


José Antonio Parra


Desde que le escuché no he podido dejar de hacerlo. Esta pieza de Eric Colón se abre con suma melancolía. Es una vuelta de tuerca de la experiencia alternativa, un hito que reflexiona sobre la vivencia de nuestra propia generación: ésa a la que Elizabeth Wurtzel ha llamado “Loser” para referirse a Kurt Cobain y a Beck entre otras superestrellas. Colón aparece desenvuelto, se coloca intenso en la apuesta del arte iberoamericano.


Rhobot es, en cierto modo, minimal pero con una gran carga lírica; es expresión de la vivencia y de la piel. Es reflexión del artista que observa su propia experiencia desde la totalidad, del mandala. “Construyendo ideas”, el músico es espejo de su tiempo. En esta perspectiva no se nota una influencia precisa sino el vertiginoso desnudo del artista, del hombre. Rhobot alude a la alienación del ser que vive en tiempos de la fragmentación total y de eso que Baudrillard ha llamado la desaparición del mundo real. Queda, no obstante, en este registro pedazos del mundo que invitan a una profunda introspección, un poderoso trabajo de la interioridad, del alma. La poética de Colón está cargada de un demoledor humor negro, de un sarcasmo y la inteligencia de quien tiene una mirada clarividente de su época. Aquí no hay lugar para la apuesta naif aun cuando la vivencia está despojada de sensualismo y expresa, como aros de humo, a un mundo que se ha “enlentecido”, que se manifiesta desde la lejanía drogada de los grandes momentos.

“Estaba pensando en construir barreras con estas cadenas...” deja en primer plano el estado filosófico del hoy por hoy, del mundo porvenir: el solo contra solo. A pesar de la inmensa melancolía, el encuentro cálido de la psique con la realidad asume los registros propios de la apuesta cutting edge. Rhobot es suave, es desprendido, apela al desplazamiento emocional.

Hay algo en esta creación que alude de manera análoga al paso metafísico que halló Syd Barrett; Eric Colón, ha hallado el suyo, un registro único, un tempo propio. Con hermosas texturas y con gran calidez a pesar de su infinita melancolía. Esta experiencia pone en primer plano el absurdo del hombre frente al mundo; no sólo en la melódica sino también en la lírica, en lo inefable de cualquier oficio que el hombre, que el demiurgo lleve a cabo. Rhobot es la cosa misma, es la piel libre y genuina lanzada contra mundos, un momento reflexivo y espontáneo.
Fotografía de Amada Granado

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