01 febrero 2009

Creación artística y psicoanálisis


Sodely Páez Delgado
El arte es una de las cosas mas

necesarias en el mundo aunque

no sabría decir para qué sirve.
Jean Cocteau

En el arte, el psicoanálisis ha encontrado desde su origen carne y aliento. Objeto de deseo para muchos, deviene causa para el psicoanalista que, preso de su encanto y secreto saber, ha visitado sus diversos territorios en busca de nuevos sentidos y modalidades de aproximación a los procesos psíquicos y sus manifestaciones. Halberstad, citada por Rodríguez (2002), al respecto aseguró que “sin la lectura de Proust jamás hubiera comprendido las diferentes formas de homosexualidad y las perversiones”.
El interés que los psicoanalistas hemos sentido por la creación artística, ha sido impulsado la mayoría de las veces por el anhelo de encontrar en la obra, rastros de la personalidad del artista y argumentos teóricos para ampliar el conocimiento y la comprensión de la naturaleza humana en general y de los procesos psicopatológicos en particular. Así, el acercamiento, en gran medida, ha seguido la línea de un análisis aplicado que se sirve del resultado final, la obra, como si de un sueño o una asociación libre se tratara. Ejemplo de ello lo es el estudio sobre Leonardo de Freud o sobre la Gradiva de Jensen.
Si bien el mismo padre del psicoanálisis sugirió consultar a los poetas allí donde el psicoanálisis no podía dar respuesta, peligroso, arbitrario y absurdo la aplicación del método que resultaría de esta forma reducido a un psicoanálisis salvaje que desprecia el método, el rigor epistemológico, para vestirse con ropajes mas comunes a la hechicería o la adivinación. Y no es que aventurarnos a esgrimir teorías y formular hipótesis sobre cualquier acción humana, en íntima conexión con otras disciplinas, no sea un ejercicio intelectual y dialógico interesante, atractivo y tentador para nosotros, pero, en el caso de la creación artística, ello sólo podría legitimarse si lo circunscribimos conscientemente dentro del ámbito del psicodeleite y la especulación, o como material para la construcción de nuevos desarrollos y líneas de investigación sobre el acontecer psíquico y sus subrogados. Unicamente en el dispositivo analítico nuestro instrumento podrá ser contrastado y validado, lo demás es pura charlatanería.
Síntoma, formación del inconsciente, equivalencia del juego infantil, producto sublimado de las pulsiones sexuales, han sido algunos de los clásicos modos de concebir el arte. Suele pensárselo frecuentemente como la vía directa de escupir el inconsciente en un proceso de inspiración divina de algunos pocos genios o seres privilegiados dotados de un don especial para conectarse con los dioses y con los estratos mas profundos de su espíritu. Una actividad terapéutica en sí misma que presupone una experiencia comparable a una epifanía, que sostiene y contiene al artista de su locura privada y le proporciona el instrumento necesario y aceptado para el restablecimiento del lazo social en muchos casos extraviado.
Pero si por terapéutica entendemos cura ¿de qué tendría que curarse el artista?¿Qué suerte de siniestros conflictos encierran y originan su obra?¿ Es que acaso la creación artística sólo puede brotar de lo ominoso, de las zonas mas escabrosas y pantanosas de la psique? ¿Cuál es el aporte terapéutico de la creación artística? ¿Distinto al de la ingeniería, la carpintería, la medicina o el mismo psicoanálisis?
Líbido narcisística devenida en objetal, el arte sería el vehículo mediante el cual el artista saldría de su ensimismamiento, de su tendencia natural al retraimiento y a la soledad. Pasaje del autoerotismo, placer de órgano en la elaboración de su obra, al encuentro con el objeto en su exhibición. Comunicación y comunión. Fusión y discernimiento. Simbiosis e individuación.
En y con la obra de arte Narciso encuentra a Edipo, ejes sobre los que se constituye el Sujeto mas allá de sus posibilidades y vocación.
Recientemente, en una tertulia realizada a propósito de la clausura de su exposición “Bling-Bling”, la joven artista coreana-venezolana Suwon Lee declaraba con añeja y meridiana lucidez “al crear, me ordeno psíquicamente”.
Hermosa afirmación que al venir de una artista, adquiere una potencia insoslayable para quienes nos dedicamos a pensar sobre los fenómenos psíquicos. Inevitable sacudida y estremecimiento el impacto de estas palabras que enmarcan una obra compuesta por imágenes que hablan por sí mismas y trazan un recorrido en el advenimiento de la artista como persona. Generosa, Suwon invita al espectador a entrar en su vida; sus referentes, fantasmas y memorias son expuestos en toda su crudeza y desnudez. Una obra autobiográfica que puede ser leída desde distintos vértices pero ante la cual nadie puede quedar inmune,
Como Suwon, todo sujeto, artista o no, se ofrece y se esconde al mismo tiempo en su acto. Fragmentados, disociados,” poblados por continentes” como decía el viejo poeta, desarticulados, nos vamos integrando en el vínculo con el otro, en los sucesivos intercambios, en la alternancia de experiencias de frustración y de gratificación hasta hacernos uno en el devenir del tiempo .Esa unicidad que nos conforma y nos permite hablar en primera persona pero que no niega ni sustituye al otro, ese otro al que siempre nos dirigimos y que no paramos de buscar. El determinismo psíquico es entonces interceptado por el azar, la tyché, el resto de lo que fuimos, perdimos y/o quisimos sin obtener, queda en los linderos del mito, de la cosmología inconsciente particular, en el perpetuo retorno de lo mismo. En su decir, y el arte es una forma de decir, el sujeto da cuenta de sus fantasmas y demás configuraciones psíquicas. En la cura psicoanalítica, la verdad atrapada en las metáforas y metonimias es rescatada para devolver el sentido perdido en el síntoma. Reordenar los significantes como paso previo y necesario al vaciamiento del goce que encierra y soporta el síntoma, es uno de los objetivos del análisis: detener la compulsión a la repetición y encontrar una nueva posición subjetiva frente al goce y la castración.
Mas allá del principio del placer está el sufrimiento, un modo particular de gozar que nos distingue como sujetos y con la que, en un doble registro, nos permite apañárnosla en el intento inútil e imposible de velar la castración. Sufrimos para no sufrir, paradoja absurda pero irreversible e inexorable. El síntoma, en cualquiera de sus manifestaciones, es una solución como cualquier otra.
El arte, la creación artística, es una forma de comunicar una verdad interior que necesita ser dicha, en la que se produce un encuentro que ordena al tiempo que desordena, rasga y transgrede impactando a todos los involucrados. Si hay algo de proceso primario, éste es rápidamente sustituido por el proceso secundario con el que el artista rigurosa y disciplinadamente estudia, corrige, afina. Las funciones yoicas son absorbidas por el proceso creador y puestas al servicio del acto. Ni síntoma ni compulsión, ni juego, ni sueño, la creación entraña, no obstante, un montante de placer indescifrable, inasible e inagotable que compele al artista a seguir creando aunque crear suponga una exigencia, un desgarre y un desprendimiento también inagotables. La pulsión puede encontrar una satisfacción inmediata, el deseo es imposible de satisfacer. El artista como sujeto de deseo, proyecta y dirige sus actos en pos de crear una síntesis entre sus fantasmas y sus realidades.
Desde la óptica lacaniana se proponen tres tópicas que establecen la relación determinante del arte con lo real más que con lo simbólico, aunque obviamente encontremos material de este orden en el hecho creativo. Recalcati (2006), recoge en “Las tres estéticas de Lacan”, los diversos modos, no incompatibles ni excluyentes, con los que Lacan intenta explicar el fenómeno artístico.
Una primera conceptualización y una de las mas desarrolladas por teóricos lacanianos , es la que tiene que ver con el arte como organización del vacío, con la cual toda elucidación del arte como atrapamiento del significante, con una semántica propia en relación al fantasma del artista, se ve confrontada a un aspecto parcial, contingente, del hecho artístico. Sabemos que en la creación hay texto, lenguaje, pero ella no sólo se reduce a ser descifrada. El arte, dice Lacan “bordea el vacío central de la Cosa” quedando así ligado, inevitablemente, a lo real de lo mismo. Con el arte se contiene, pues, el caos dionisíaco al cual aludía Suwon; el exceso de horror de lo real queda velado en la toma de distancia con la Cosa que termina siendo representada por otra Cosa gracias a la sublimación. En esta primera estética, el arte sería entonces el producto defensivo contra lo real. Su resto, “el velo de lo inconsciente”
Zizek (2006), utiliza esta definición del arte en relación a la Cosa, “la imposibilidad asociada al vacío”, para analizar su extensión y presencia también en la narración cinematográfica.
En la segunda estética no se trata de evitar lo real sino de encontrarlo.”Función cuadro”, la tyche, son expresiones que explican este recorrido facilitado por la mirada y el pinchazo producido por la mancha, en una suerte de alejamiento del significante. El artista así se reconoce, sin proponérselo, en el límite de la representación, en la ausencia de simbolismo, en su opacidad.
Es la estética anamórfica en la que el arte ya no organiza ni bordea lo real, por el contrario, sale a su encuentro. Según Lacan, se produce un “placer de ojo” como efecto “pacificante, apolíneo, de la pintura”.
Otro momento presente en esta segunda estética es la “ función mancha”, en el cual ya no es el sujeto el artífice de la representación sino éste capturado en la mirada del Otro, aniquilado por el exceso de representación, excluido, irreductible a cualquier simbolismo.
La tercera es la estética de la letra, de la singularidad. Aquello que el sujeto arranca y le permite separarse del Otro. Lo universal convertido en singular. La huella dejada por la lluvia, el gesto equivalente al ideograma oriental, una suerte de haiku que tiene su máxima representación en la experiencia del pase. Es la reducción significante que permite el advenimiento del sujeto.
El arte, como toda producción humana, responde al deseo de ligar y ligarse con el objeto.Lo que ordena es la pulsión, su fuente nutricia, su motor. Su objeto, es la huella mínima tanto de un pasado personal como de la herencia filogenética que se presentifica en un imposible a representar.
Presencia y ausencia, deseo engañoso y velado en el encuentro evanescente de las miradas.

Bibiografía

Recalcati ,M. (2.004) Las tres estéticas de Lacan. Ediciones del Cifrado.Argentina. 2.006

Rodríguez Piedrabuena, J.A. (2.002). La mente de los Creadores. Editorial Biblioteca Nueva. Madrid

Zizek,S. (2.006). Lacrimae Rerum. Editorial Sudamericana S.A. bajo el sello Debate. Argentina

1 comentario:

Anónimo dijo...
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