12 junio 2008

Escritores, editores y editoriales - A propósito de quienes se fueron


Alondra Pietri

En Barcelona (España), hace unos meses, y dentro del marco de la exposición Casa América Cataluña, un trayecto centenario, se entabló una mesa de discusión sobre las editoriales en Latinoamérica fundadas o dirigidas por empresarios e intelectuales catalanes. Con Nora Catelli como moderadora, el encuentro contó con la intervención de Julià Guillamon, Teresa Férriz y Lorena Bou Linhares. Al carácter empresarial adjudicado a la creación de editoriales en lengua castellana en Argentina, Chile, México y Venezuela, los ponentes contrapusieron la aparición –dentro del mismo contexto geográfico– de diversas publicaciones en lengua catalana.

El crítico Julià Guillamon procuró desmantelar la metáfora de éxito que descansa sobre la imagen de los escritores catalanes exiliados. El éxodo de intelectuales a raíz de la Guerra Civil y la dictadura franquista quebró la cultura moderna de la Barcelona cosmopolita, y las publicaciones culturales en Argentina y Chile no siguieron precisamente una línea editorial a la manera del semanario Mirador, modelo para algunas de las revistas de la postguerra. Quienes se exiliaron apostaron por la continuidad de la literatura catalana, pero –reconocida su importancia simbólica– semejante labor dejó entrever la pérdida de tribuna y público. Para Julià Guillamon, muchas de las "grandes figuras" de la cultura catalana se perdieron en el "naufragio" que supuso el destierro, además de que el voluntarismo de los "personajes menores o secundarios" no alcanzó la calidad de lo que se publicaba en Cataluña antes de 1939.

Teresa Férriz, directora de cultura de la Universitat Oberta de Catalunya, sostuvo su intervención con una serie de citas de quienes –fuera de Cataluña y España– "lograron consolidar la industria editorial mexicana". Más allá de su condición exílica, los españoles y catalanes que llegaron a México a partir de 1936 se sumaron al quehacer económico del lugar de acogida. Aunque los intereses comerciales españoles se reinsertaron en el área iberoamericana desde comienzos del siglo XX, es a partir de los años 40 cuando los editores catalanes entran de lleno en la conformación de empresas editoriales en lengua castellana. A su vez, varios de esos editores buscaron la circulación de libros y revistas en su idioma nativo, el catalán; coincidieron, pues, los intereses por publicar en catalán y en castellano, esfuerzos ambos diferenciados en sus propósitos y alcances.

Lorena Bou Linhares, organizadora del encuentro e investigadora de la Universitat Pompeu Fabra, abordó la doble condición de los intelectuales catalanes que se residenciaron en Venezuela a partir de 1939: por un lado, sujetos diaspóricos y, por otro, inmigrantes. La comunidad intelectual catalana en Caracas contenía una dimensión diaspórica por su "dispersión respecto a un centro original" y su continua atadura a ese centro. A través de la editorial Terra Ferma, creada en 1950, los escritores catalanes lograron articular el compromiso con Cataluña. Editar en catalán en un contexto de habla hispana fue el modo de contrarrestar la ruptura del desplazamiento y perpetuar el nexo con el lugar del retorno. Por el contrario, en su inclusión dentro de la sociedad venezolana, la misma comunidad catalana adquirió la condición de inmigrantes. Asimilados al lugar de residencia, el castellano se convirtió en herramienta de trabajo y los propios catalanes accedieron entonces a la creación o dirección de editoriales auspiciadas por el Estado venezolano –como fue el caso de Benito Milla en Monte Ávila– o por iniciativas privadas –como la editorial Nueva Cádiz, fundada por Lino Moulines.

A partir de la conversación en la mesa se ahondó en el modo como el impacto cultural de expansión económica en el ámbito latinoamericano convivió –al menos durante los años 40, 50 y 60– con el compromiso diaspórico de quienes salieron de Cataluña. La combinación editores y diáspora, tal y como se tituló el encuentro, evidenció las entidades dentro de las que se inscribe la territorialización de la lengua: empresas trasnacionales, redes comerciales y procesos de transculturización pero también de resistencia.

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