José Antonio Parra
Ana María Mazzei, artista de gran trayectoria lleva a cabo una obra en la que la composición se hunde lejos del plano del espectador, como haciendo un juego donde lo cóncavo se contrapone con elementos que asaltan abruptamente al espacio y lo deforman, le dan continuidad lineal y una exuberancia atípica.
Desde el punto de vista técnico se ha apoyado en la serigrafía, el dibujo, las artes gráficas y el fotomontaje; partiendo de elementos naturales, como la madera de cedro. Ana María abre, con su discurso, un diálogo atemporal con aspectos de la mitología amerindia. La propiedad rizomática de la composición, desarrollada a partir de un fino hilado que nutre la perspectiva en un juego de unicidades suavemente elaborados confieren una peculiaridad insólita a su obra.
El mitema y la exploración son parte misma de su trabajo, uno donde la abstracción ha surgido como proceso evolutivo muy natural en su historia personal, es una transgresión soterrada de los límites, un hundirse y elevarse dando lugar al zig zag de modalidades cromáticas con las que el espectador encuentra su propio lugar, uno intenso y suave, delicado y abrupto, confluencia de opuestos que se desplazan hacia las postrimerías de un tiempo que culmina en su propio retorno.
El desplazamiento emotivo se da lugar basado en el soporte de la madera como elemento discursivo que la artista ha trabajado desde los años setenta.
Mazzei inaugura un nuevo territorio, uno propio de las expresiones de su alma y su experiencia vital, una poética de cosmogonías personales, de microcosmos que no son sino matices del macrocosmos universal.
Desde el punto de vista técnico se ha apoyado en la serigrafía, el dibujo, las artes gráficas y el fotomontaje; partiendo de elementos naturales, como la madera de cedro. Ana María abre, con su discurso, un diálogo atemporal con aspectos de la mitología amerindia. La propiedad rizomática de la composición, desarrollada a partir de un fino hilado que nutre la perspectiva en un juego de unicidades suavemente elaborados confieren una peculiaridad insólita a su obra.
El mitema y la exploración son parte misma de su trabajo, uno donde la abstracción ha surgido como proceso evolutivo muy natural en su historia personal, es una transgresión soterrada de los límites, un hundirse y elevarse dando lugar al zig zag de modalidades cromáticas con las que el espectador encuentra su propio lugar, uno intenso y suave, delicado y abrupto, confluencia de opuestos que se desplazan hacia las postrimerías de un tiempo que culmina en su propio retorno.
El desplazamiento emotivo se da lugar basado en el soporte de la madera como elemento discursivo que la artista ha trabajado desde los años setenta.
Mazzei inaugura un nuevo territorio, uno propio de las expresiones de su alma y su experiencia vital, una poética de cosmogonías personales, de microcosmos que no son sino matices del macrocosmos universal.
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