01 agosto 2011

la complicidad con el poder

Rodrigo Zambrano



Escribo esto por una necesidad existencial. La moda ecológica ha pasado, como ocurre con todas las modas; surge la idea, se vende, se multiplica, se desgasta y, desde el momento en que no ve más su ciclo la posibilidad de un retorno a la cúspide, sino una caída inminente, se lleva al olvido. Así pasó con las pulseras plásticas Livestrong, así pasó con el chupacabras, así pasó con los religiosos pederastas y así pasó con la moda verde de “salvemos al mundo, que lo estamos cagando”. Nada de lamentable tiene ninguno de estos casos, pues cumple con su función de hacer escándalo para distraer un toque a la gente vulgar de mente y espíritu; este ser humano traicionero, indiferente, aprisionado y confundido es al que me dirijo. Les hago este llamado de alerta por una simple razón: no menosprecien la nueva moda del despertar.



Veo esto como realmente preocupante por la falta de sensatez que existe en el hombre y su queja, por sobre todo el hombre común, el cómplice, puesto que es capaz de discernir [frágilmente, pero al menos receptivo ante la información] y de permanecer inmóvil y hediondo hasta la deshidratación, como una bosta de vaca. Basta con pensar que existe un porcentaje alto de gente en la tercera edad que roba en los supermercados y tiendas: robar entiéndase como llevarse algo obtenible sólo a través del poder adquisitivo pero sin tales medios, sea a la fuerza o en secreto. Las tiendas, de hecho, tienen un “porcentaje de pérdida”, que es lo que se llevan de gratis quien sea. Cortemos un momento los prejuicios del hambre, pobreza y miseria, o mejor dicho, si somos tan altaneros para etiquetar a los marginados, veamos quiénes dentro del círculo les queda la etiqueta; si podemos hablar de hambre, pobreza y miseria material, sin duda alguna quienes la emanan son quienes la piensan, es decir, quienes padecen hambre, pobreza y miseria mental, emocional, espiritual. Volviendo a la vieja ladrona, parecen haber muchas costumbres para defender aquella parte que queremos diferenciar de lo insano ajeno y de lo sucio personal [¡tóxico jamás: “yo en mi vida sería capaz de tal barbaridad”!]; sin embargo, las excusas, inventos son, y resumiendo las hojas del asunto, queda un torcido tronco de seco árbol. Curioso que quienes aceptan los castigos a los “malhechores” tiendan a hacerlos igualmente pero en un grado más reducido. ¡Es tan cómodo ceder la culpa, pero la piedra no tarda en volver a quien la lanza!

Otro tema interesante a tratar: mencionar al pecado, no al pecador. Una excelente tarjeta de entrada para aparecer triunfante en La Sala de las Manos Limpias. Más parece ser como el que lanza basura por la ventana del auto, que primero se rasca con la excusa de “pero los otros...”, y luego al siguiente semáforo es tema olvidado. Lo hecho, hecho está. Lo que pasó, pasó. Obladí-olbadá. Francamente, tal tipo de gente sobra, hoy en día, y no se trata de que no hagan falta, sino que son la raiz y cultivo de los males globales por los cuales decimos que nos hundimos. Gente mediocre de voluntad y esencia. La razón de que exista tanta gente es porque el sistema imperante económico, político y de distribución social necesita tener mucha gente para que hagan muchas pendejadas, para que todo se pueda concretar en sí mismo por y para la gente que lo empuja, hasta lo que ellos mismos consideran negativo [y por ende lo crean literalmente – igualmente del lado señalado: lo que es bueno pa'l pavo, es bueno pa' la pava]; si el lector está pensando en solucionar con la educación, quiero advertirle que la academia, sistema imperante de educación a nivel primario, secundario y universitario, cercena la creatividad y el conocimiento libre para que crezcan pensando lo que necesita el sistema en gente oscurecida y direccionado para seguir siendo endógeno. Nosotros somos la carnada, el cazador y la presa a la vez, crearon una organización, ritmo y ocupaciones de vida que logran que nosotros mismos nos entusiasmemos inconsecuentemente por lanzarnos al estúpido vacío. Nosotros somos la rueda de La Gran Máquina del Capitalismo Salvaje, y ya agotados de jalarla, cuando parece uno otros lo lanzan a ella de alimento. Si la gente quiere señalar a un sitio, señala al jefe, el empresario, el gobernante: ellos dieron la orden de El Pecado. Nosotros los construimos. Pero del pecador obrero, nadie dice nada.

Razón por la cual es crucial entender lo que está pasando, lo que está viniendo, y lo que no podemos traer a la nueva vida que le espera a la humanidad. ¡No necesitamos cobardes, flojos, miedosos, brutos ni escépticos! La vida se construyó así, a base de pecadores ovejas, que entregan su alma, vida y miedo a las instituciones, para que les digan qué hacer y qué “es malo”, qué no deben hacer en público para ir desplegando silenciosamente infinidades de perversiones privadas. ¡Bonito trabajo, Occidente, con tus religiosos asesinos, maquiavélicos gobernantes y cientos de años de gente vacía y corrupta! Ni hablar de La Gloriosa Grecia, porque por cada ciudadano habían cuatro esclavos en el Siglo de Oro de Pericles: solamente Sócrates [no Platón, él tenía dos] y Diógenes El Cínico sabían de la vida con sinceridad y podían lavar su propia ropa “sin que se les caiga el anillo”, todos los demás eran fanfarrones. Constructores de su propia marginalidad con el mundo, de un ellos y yo, inventan una dualidad que no existe más que en sus mentes y opiniones, inventan al malo y al bueno, y ahí comenzaron erradamente.
Esto podrá sonar como lugar común, si es que la gente no presta atención a la constante frecuencia de sus emociones. Parecen olvidar que su cuerpo es la respuesta de eso. Más que los gestos, el caminar, las facciones, la mirada, el sentir personal refleja la punta del iceberg siempre cambiante de color y tamaño, que es lo que proyecta uno. Lo que uno proyecta contribuye directamente a la imagen del mundo, a lo que es el mundo. No hablamos de la luna porque no estamos ahí, aunque diese vida orgánica al planeta: quien lo dude, piense en alguna mujer, madres todas ellas de la “civilización”. Lo que uno proyecta no es más que lo que uno hierve en imágenes y pensamientos llamado “conciencia”. Es lógico que el sistema ande sin parar: la gente construye este mundo porque les dicen qué pensar, y ellos lo reflejan todo el tiempo. Confiésenlo, el 90% de las veces es pura y absoluta ansiedad. ¡Ansiedad estúpida, porque crean un espejismo, un juego de sombras que nos da una imagen de la meta material y práctica cuando tal cosa no existe!

Y nos morimos corriendo para buscar la zanahoria, mientras ni siquiera nos dirige alguien con una caña y la carnada, sino que trabajamos para comprar la piecita que hace el burro de al lado para que la cuelgue el burro del otro lado y este asno que está aquí se encargue de sellarlo como válido o no válido, mientras el idiota del buey hace infeliz a la sabana pero se olvida de que atrás lo acechan las hienas de la muerte. ¡Cobardes todos! Si no, ¿por qué botan la ropa? Es porque está en constante cambio. Cada lavada destiñe; una macha difícil deja cicatriz; un rasguño es un pedazo menos de pantalón, un pedazo más de polvo en el mundo. Es compresible que no guste más o que esté roto, pero existe un uso pobre del objeto porque se tiene una mente pobre, direccionada y miedosa del objeto; no hay “yo” y “objeto”. La emoción de obtener algo que te produce algo es todo recreación de uno mismo, y la idea de deshacerte de eso para obtener, lo más rápido posible, otra cosa que produzca algo parecido es un truco para que los incrédulos se mareen ellos solos. Porque la vida ya no es emocionante. Pero ya hablaré de eso.

Por ahora, quiero resaltar la vergüenza de la complicidad y la desfachatez de hacerse el new age con esto del despertar. La razón de este texto, la advertencia, el grito de auxilio. No subestimen la moda del despertar. Clases de yoga en todos lados y a todos los precios, libros de espiritualidad zen y budista disfrazados de autoayuda [buen juego de sombras para los confundidos, cualquier contribución a El Camino es válida y bienvenida] como los libros mismos, papelitos de metafísica pegados en la parada del bus o en el metro, quinientos mil chismes del Honorable Calendario Maya, documentales curiosos en youtube, revistas de feng shui para viejas patricias, todo esto está rodando ahora como la nueva moda, como la nueva idea de la armonía barata de occidente. Quien sienta recelo por esto, recuerde que las potencias occidentales son las culpables de casi el 60% de la contaminación mundial. Tomamos prácticas milenarias para tener conversaciones de café, y algunos dicen que está bien, porque sirve de un modo; tan pobre como el que lo proyecta. ¡Quien contamina no es el gobierno, la policía o las instituciones, pedazos de cretinos, somos nosotros! Fumadores desvergonzados, ni uno de ustedes es capaz de guardarse la colilla en el bolsillo en vez de lanzarla al suelo, porque tienen un espíritu pobre sobre el objeto, y el objeto no es más que ustedes. Ninguno de ustedes se deja de hacer daño y con ello al mundo porque les encanta acurrucarse esquinados en una parte sucia y oscura de ustedes mismos que no están dispuestos a abandonar, como si con eso perdieran parte de su personalidad, parte de ustedes, algo de ustedes que no están dispuestos a dejar atrás, y algo no muy bueno, por cierto; miren un momento al cielo, a cualquier hora, y pregunten si realmente conservar eso vale tanto la pena.

Cuando Marlboro empezó como marca de cigarillos – primero eran finos y largos, para mujer, y con el filtro rojo para que no se note la marca del lápiz labial – en 1929 vendía 3.000 millones de cigarros al año; para el año 2008 se vendieron 300.000 millones. Dejen de ver a otros lados, vean dentro. Disfruten del tortuoso y aventurero proceso de lograr no anhelar nada. ¿A qué hay que tenerle miedo? Es contacto directo con el universo: ¿o acaso no respiras tú también? Es importante esclarecer la complicidad que se tiene con el sistema que está ahogándonos, para no ahogarnos antes nosotros, los de la moda del despertar, con nuestra propia mierda. Porque, hasta el sol de hoy, el 60% de la población mundial, no harán nunca en su vida una llamada telefónica. No necesitan hacerlo. No es que su vida sea reducida o pobre, no es aparatosa, como la nuestra. Distraída en pendejadas. Sutiles pendejadas del tamaño de piedritas que una a una hacen castillos interconectados sosteniédosen el uno al otro. Pero que también se pueden derrumbar.

¡Oh, constructores ciegos de la guillotina de la Pachamama, cesad un momento vuestros idilios de éxito y parad la caravana! Sepan esto: el día que todos tengan bicicletas en una ciudad, que la gente se mueva con su propio esfuerzo, el imperio automobilístico se habrá caído, y como hacen los puentes cuando se desploma un lado, intentará en su caída aferrarse ¡a hacer millones y millones de bicicletas para continuar la máquina maldita, intentando desesperadamente no perecer!, pero así funciona la microeconomía, aceite de la macro: con la gente que demanda lo que quiere, y se trabaja para la oferta. Flojos, no están dispuestos a ser el cambio en carne propia. El día en que no haya un carro en Madrid, Buenos Aires o Caracas, será silencio, paz, tranquilidad, aire puro, paseo, dicha. ¡Afróntelo, “¡el último modelo de la chingada!” no es la gran sensación de mundo! ¡La gran sensación del mundo es el ser enfrentándose a si mismo! Dejen de comprar ropa. Son unos cobardes de hablar con desconocidos para conseguir a alguien que vive de hacer ropa, arreglarla, darle chispa de nuevo, estilo, matiz: millones de mujeres, y hombres, quieren hacer eso, pero el fantasma de la fama y la fortuna sigue vagando entre la niebla penumbrosa de la codicia, cuando en verdad no existe más que el trabajo y el amor. Ser el cambio. Ir derrumbando poco a poco esta adicción drogadicta a colores que nos distrae del verdadero pulso del universo. Temen dejar de ver televisión porque si no, perderán contacto con el mundo o la realidad; siempre pienso en un complot masivo de toda una ciudad que deja de ver televisión, las recicla para algo: toda la gente que ahí trabajaba, ahora tendrá que ir al teatro, y entonces la vida será igual de nutrida y colorida, pero otra cosa. Es lo mismo, no teman, solo que es en vivo y directo.

Ja, claro: muy fácil decirlo, ¿todo este trabajo para echarlo a la basura? No es como que no fuese un castillo de arena. Aprendan a discernir su complicidad. Lo necesario de subsistencia es comida, salud, vivienda y medios de transporte; hoy día, en todas estas facetas están apareciendo formas alternativas a las que alimentan el epicentro del castillo. Apoyarse en el mercado de comida sana hará que todos los que trabajaron por la de porquería se arrimen a este, y no quede más que producir lo que la gente quiere, si es gente decente. Obviamente hablo a sectores económicos capaces de discernir en el consumo, los grandes cómplices; los sectores pobres, que anhelan lo que los de mayor poder adquisitivo sostienen, están en el martirio de trabajar para sobrevivir y hacer en el trabajo lo que otros consumen. Famoso es el caso de la Fruit Company que, en Colombia, pese a ser empresa norteamericana, lanza al mar gran parte de la cosecha bananera y así se lleva lo necesario para el equilibrio de sus mercados en su país, típico procedimiento de la barbarie. Pero esto es porque se vende lo que se vende. En la medida en que aumente la demanda, y luego su beneficio, iremos apoyándonos en una parte para derrumbar a otra. Dejen de comprar porquerías, chicles, gomitas, ¡Coca Cola, por Dios santo, sean sinceros con ustedes mismos y dejen de apoyar y asistir con el hecho día a día a un mecanismo que empobrece a países trabajadores y destruye ambientes naturales para el chiste del maldito buey, que nosotros, burros todos, empujamos! Aprendan a subsistir físicamente. No sientan ansiedad por lo demás, pues llegará sólo entre los vecinos y otros.

Lo otro que puedo decir es captar la diferencia entre cultivo mental y relleno mental. Quien quiera entender un poco mejor esta idea, lance el televisor por la ventana y deje de rellenarse el cerebro de purulencias para tener un momento de claridad y poder discernir sanamente. Todo cae por su propio peso. Quien quiera seguir viendo documentales de Nat Geo, tendrá que esperar a que hagan funciones públicas [perdonen la inocencia, asumo que, para el punto en que todos dejen atrás la televisión, ciertas cosas, aunque requieran trabajo, tendrán que ser del dominio y orden público, pues la demanda de información no va a cesar, pero la misma gente diferenciará los teatros de drama, música, cine, chisme, documental, y cualquier otra cosa que la TV pudo mostrar como sólo la pantalla pudo hacer]; el cine no cesará de existir, sólo sus medios de expresión y distribución. Los libros ofrecen infinidades de cosas, y recurrir a ellos es importante; no es la velocidad de hoy en día, pero es sin duda alguna un cultivo a tempo natural. Quien tema leer o le de fastidio, le recomiendo que avispe un poco si chispa espiritual, porque el mundo cambia, y no va a esperar a los confundidos. Entre otras cosas, no se confundan: que el hombre cese medios masivos de comunicación espacial a larga distancia hará que la gente, donde vive, comience a hacer lo que espera de la vida, aunque sea una comedia frívola como Friends, pero en definitiva a actuar. Con ello, podrá distinguir entre cultivo y relleno mental, un paso necesario para salir de la cueva.

La vida del hombre de occidente cambiará en la medida en que nosotros, la base, decidamos seguir sosteniéndola o cambiándola. Porque la vida es un juego. No existe tristeza. No hay miseria. Miseria en ¿perderlo todo? ¿Perder mucho? ¿Perder qué? Piénsenlo un poco y resuman, lo que el hombre anhela es un instante en la eternidad. ¡Qué absurdo, si estamos en ella! “No la siento”. Porque esto es lo que pasa: no hay diferencia entre tu brazo y el aire que lo cubre. No hay diferencia entre lo que considero mi espíritu y el resto de todo. Cualquiera puede decir que es otro lugar común, pero es porque no es capaz de reconocer que mientras más piensa en sí más se encierra en si mismo, y salpica suciamente al resto del mundo, y con ello se aleja del universo. Deja de pensar en ti, y entrarás en contacto con el universo. Esto es porque no hay separación entre las cosas más que las que uno establezca. Lo que consideras hecho, ya pasó, queda el tatuaje interno, y lo que no ha llegado no existe más que en lo que uno cree e imagina. Piensa en lo largo del tiempo antes de ti y lo que vendrá cuando mueras, en la vastedad del universo, en las galaxias dentro de las partículas de polvo, en el amor erótico, filial y caritativo, los que necesita la gente. Piensa en eso y detente a ver cuál es tu legado para la humanidad, que estás dejando en este momento y en el que recién está encendiéndose. Tómate un San Pedro si eso necesitas para entender la armonía, pero quien desafina es quien maneja las clavijas del instrumento. Llegar a la eternidad, el no anhelar nada par así poseerlo y serlo todo, comienza con preguntarse si lo que uno es vale tanto el esfuerzo, lo que creo, quiero, hago, digo y espero del mundo; tal vez empiece a entenderse que va un poquito más allá.

Quise advertir sobre esta moda para que llegue la preciada hora y que no estemos en un sumiso y desesperante maquillaje nuevo de nuestra autodominación panóptica. No quiero que con el paso el del tiempo las cosas no hayan mejorado en la esencia del hombre – me importa uno y medio las condiciones materiales dialécticas que se propongan, el resultado de hoy en día fue dado por almas desorientadas conspiradoras y cómplices, ambos ignorantes por igual y pervertidores de la idea original del creador científico; en la medida en que vuelva a las calles la santa Trinidad de Tierra, Hombre y Cielo, se notará en la materialidad su uso enriquecido por el ser – . Quiero que el narcotráfico deje de alimentar la riqueza de políticos y empresarios mientras lo sostiene en gran medida la juventud clase media prepotente e hipócrita [la baja participa de las drogas en una medida destructiva mucho más acelerada que en otros sectores económicos urbanos], que la comida no sea un negocio cruel para los agricultores incluso, que el arte prospere cuando todos comiencen a hacerlo, que las ideas florezcan junto a la sonrisa del individuo. Ver más gente cantando en la calle sin audífonos, nada más por la alegría de vivir y por un futuro incierto y moldeable.

El día en que “los ricos” enseñen a “los pobres” sobre mejores y más sanas formas de organización y distribución para SU propio éxito y prosperidad, el día “los pobres” les revivan a “los ricos” el vivaracho placer de la humildad y la frescura; el día que los organizados enseñen de corazón a los amontonados, el día que los necesitados les recuerden a los sostentosos la chispa, ese día unos dejarán de preocuparse por el futuro y otros dejarán de darlo por sentado, ambos casos de efectos dañinos. El día que el ciudadano deje sus fronteras, será Caracas un continente entero, y ese día el marxismo y el capitalismo se quedarán discutiendo solos, olvidados atrás en El Camino, sin que se oiga al fin tanto ruido. Mientras, se matan a tiros. Porque el hombre perdió fe en el hombre, no importa la palabra sino la firma, con eso queda constada tu deuda y mi posible venganza. Dejando de lado un toque la confusión, los papeleos y los métodos de organización social, olvidamos un precepto inquebrantable de el hombre por y para el hombre. Cuando la gratitud reine en la opinión pública, quedará poco para decir y mucho por construir.

Morgan Freeman, el Dios Negro Hollywoodense, dijo a Jim Carey, el de las mil caras [representante acertado de nuestras tristes comedias], “si quieres que haya un milagro, sé tú uno”. Dicen los rosacruces que se puede entender los ciclos divinos y estelares con sólo dar los buenos días. Otros dirán que sigo sacando a flote lugares comunes poco prácticos para el resurgir del hombre occidental, pero es que los muy tontos e incrédulos son incapaces de poner su alma entera y su corazón en carne con un apretón de manos, con un simple “gracias” o con unos “buenos días”. Son incapaces de encontrar a Dios en el acto de barrer [a diferencia de los japoneses Zen, que vivían con bastante claridad] a causa de una confusión: perdimos el Totem.

En las antiguas culturas denominadas primitivas, existía la convicción de que ciertos elementos representativos tenían una carga simbólica para la cultura, algo realmente crucial para el corazón particular de un grupo étnico. Madera tallada con forma de tigre, piedra aludiendo al águila, pinturas antropomórficas, todos ellos ejemplos de objetos en que se depositan ideas y sentimientos de lo trascendental e inhumano en ciertas culturas; así, cada uno de los 47 pueblos a lo largo del Nilo se representaba con la cabeza de un animal, y si el líder de tal sitio llegase a ser faraón, la deidad era representada con la cabeza del animal del pueblo. Los imperios de Europa y Asia en la historia antigua colonizaban al modo más bárbaro– exceptuando la Dinastía Qing, posteriormente China, cuyo emperador impuso parámetros como un mismo peso, medida y lengua para entendimiento general; fue una apropiación y desecho cultural de otras concepciones del mundo, pero no detuvo el distinto desarrollo de la agricultura, artesanía, textil, filosofía y artes marciales en sus distintas partes –: buscaban el totem y lo destruían, lo humillaban, desvirtuaban, reducían, y así el pueblo quedaba rendido y desmoralizado. Los griegos honraban a los guerreros del bando opuesto al perder una batalla haciéndoles una estatua en el sitio de derrota en cuestión, pero esto era en términos de guerra y lucha, no de esclavización; si podían, se imponían y punto, y lo hacían.

En América no podemos decir lo mismo, por ejemplo, del Imperio Tihuanacu, en Bolivia, pues para el 1.400 d. C. ya habían dejado ruinas que los Incas referían estilísticamente en Machu Pichu, y su extensión fue en un altiplano de 3.600 mtrs. sobre el nivel del mar, al lado del lago Titi Kaka, pero no más de allí. Tihuanacu llegó a sedimentar cobre y estaño igual que los alquimistas chinos, e incluso a hacer moldes de piedra para producir en masa desde armas hasta grapas de arquitectura [“I” de hierro que podían sujetar, con los extremos horizontales, hasta 4 toneladas de piedra] y alfileres de cocer; es cierto que con esto perdió el artesano gran oficio y personalidad, pero no destruyó su totem, lo revalorizó, y en cualquier caso fue una decisión imperial impuesta sobre su propia gente, cultura y costumbres, no a agentes exteriores. El Imperio Inca imponía la figura del Inka y el Dios Sol, pero dejaba a las tribus dominadas de la cordillera seguir sus prácticas bajo la condición de no desentenderse de los estudios solares, lunares y estelares [por ende, religiosos] materializados en el cultivo y la agricultura, necesarios para un mayor desarrollo técnico, energético y de población; cada ciertos años, se hacía una ceremonia en que las distintas partes del imperio enviaban a un hijo predilecto a Machu Pichu, para casarlos junto a otros hijos predilectos, y que retornen un camino a casa en línea recta, sin importar el obstáculo, hasta llegar del centro del imperio de sus “provincias”, y así establecer un lazo de unión entre todos. Tristemente, todo era para que, al llegar a casa luego de monte y culebra como un Indiana Jones de 9 años, los recién casados fuesen sacrificados a los dioses. Tanto remar, para morir en la orilla... cada loco con su tema. La civilización Maya dejó un legado aun por descifrar y no existe explicación de por qué dejaron la ciudad, adónde fueron y qué rastros hay de ellos; pudo ser el cíclico proceso de los grandes imperios, hasta pasar de la caída a la desaparición, pero el conocimiento que tenían del tiempo, las frecuencias universales de luz, calor y energía, su relación con nuestra vida y su manejo pulcro como incuestionable de todo esto parecen estar por encima de la pesimista percepción del suicida que no entiende al esquimal viejo entregándose al oso [que lo alimentó toda su vida, y ahora el devuelve el favor]. Del Imperio Azteca no digo nada porque no sé nada. La historia de Cortés y el corazón no me parece gran cosa, veo hoy día peores salvajismos y multiplicada malicia, no hace falta ir tan lejos. De todos modos, si bien eso representaba un totem para ellos, eran ellos mismos los que le daban la tilde de sacrificio y la sangre, es decir, ellos mismos practicaban semejante... práctica.

Hoy en día no es tan distinto. Parece exagerado decirlo, pero todo lo que se vende materialmente es una reconstrucción espectacular de un totem perdido. El vino era cultura francesa e italiana de estirpe, tradición y técnicas ancestrales, hasta que llegó el bárbaro capitalismo y destruyó ese totem, lo ridiculizó en vino de cartón para vulgares borrachos de plaza, y hoy el vino no tiene carga simbólica hereditaria, es lo que la gente quiera. Antes del siglo XX, los indígenas en Norteamérica buscaban un cactus llamado peyote para una ceremonia anual, donde, luego de una marcha de dos días, llegaban a una tierra “santa” poblada de este “puente” entre lo vegetal y celestial para cruzarlo, practica milenaria, vale acotar; a principios del siglo, la ciencia pudo comprimir los componentes químicos de tal cactus, uno de ellos la mescalina; a partir de 1930 es ilegal para los pueblos originarios continuar sus prácticas, en tanto que las empresas farmacéuticas se apropian del elemento y sus terrenos de crecimiento para producir medicamentos; a partir de 1990, las tribus originarias pueden comprar cactus de peyote a ciertas empresas farmacéuticas para los rituales anuales, y estas los envían por correo. Con tan viles y nihilistas manos puestas encima, ya perdió toda la gracia, todo lo divino, todo el encanto, todo el sentido: el totem llegó muerto. Servir el te representaba para los japoneses un momento de Iluminación, para los británicos la hora precisa y necesaria de descanso, y para el que compra en el mercado o en el kiosco, lo que mejor le parezca. No es que esté mal, la cerveza para los egipcios era El Ritual de Lo Inmortal, se bebía cuando se celebraba la muerte [ante ellos, asunto para nada lamentable, a diferencia de los cristianos], y hoy en día es lo que el que beba quiere que sea. Parece excelente, pero es mucha responsabilidad.

Mucha responsabilidad: porque el hecho de que vivimos en un sitio donde demasiadas cosas son asequibles, porque dejaron de ser totems sagrados, deja todo en nuestras manos y nuestros ojos, o sea, en nuestra percepción y proyección del mundo. Vuelvo y repito, se tiene una idea pobre del objeto porque se tiene un alma pobre ante el mundo. ¡Nada está perdido! Estamos vivos. ¿Qué significa estar vivo para el hombre? Los rituales. Las ceremonias. Piénsalo: todos los días comes, pero está distorsionada la idea de que el desayuno antes del trabajo es relleno y el banquete es lo ostentoso y brillante, ¿es que acaso comer no es una maravilla?: piensa en que el cuerpo entero respira todo lo que ingieres, siéntelo, disfrútalo, que el misterio cautive y te haga tener más respeto por eso. El sexo: el sexo es una explosión de energía que sólo logrará unir a quienes estén afinados en la misma energía, y ahí se encuentra a Dios, mientras tanto, sigue muerto el totem; paren de coger y tocarse un momento, conózcanse entre ustedes, dejen el miedo, hablen, afróntense, pregunten, esperen, sonrían, distráiganse, devuélvanle ustedes el carácter mágico y sagrado a esa unión que es hacer el amor, y no el vulgar producto de olorcitos dulces, caritas refinadas y ropita limpia que nos cicatrizaron en la mente para distraernos y perdernos de nosotros mismos. La familia: la familia es con quien te abrazas; tengo familia de sangre, pero también familia de tierra, familia aireada, familia de abrazos; quien no puede llevarse con su familia, en cierto nivel no puede llevarse consigo mismo: no hablo de ser condescendiente con las personalidades revoltosas o pesadas, hablo de tener tendida la mano de la tregua y la conciliación y saber cuándo lanzar mierda, ser dócil e incondicional, recto y permisivo. El trabajo: el trabajo existe porque tiene que haberlo, más lo imprescindible es la vocación y la pureza en el acto. Trabajé con un hombre que decía “mi vocación es ser mozo, ser impecable en el servicio”, y no lo creía hasta que lo vi trabajar. Siete platos en un brazo, cuatro en otro, para una mesa de 40 personas él solo, y era acto de todos los días, variadas veces. No podía detenerme a estudiarlo, porque tenía que trabajar, pero aquello era asombroso: ¡qué maestría en su educación, su habla, sus gestos, todo era con gracia y sutileza, como si trabajara el corazón y no su cuerpo tse hiciera por cuenta propia, todo! Aquello era zumo de fe: el único que, luego de trabajar 11 horas seguidas, no tenía ni una palabra de queja. Artefacto es hacer estético el hecho, arte en el objeto; cocineros artistas hay desde los de las Estrellas Michelin hasta Doña Petra escondida frente a una paila de paella para un pueblo fronterizo entero. Conozco gente de mi edad que viajando llega a pueblos de los cuales no están dispuestos a salir, y allí contribuyen con algo que tal gente necesitaba. Los amigos: los amigos que pasan al nivel de hermanos son como las raíces, duran hasta el final de la vida; de resto, amistad se siente por quien se quiera sentir, aunque ni de risa ni agraden realmente los comentarios. Vamos, cooperen un poco, saben que estoy hablando de otra cosa. ¿Qué se necesita para vivir realmente feliz? ¿Qué es lo que nos frena: el espejismo de la fortuna o el grito de ser recordados? ¿Cuánto tiempo duraremos acá?

Deténganse por un momento y piensen qué es lo que ustedes quieren hacer para contribuir con el mundo. Basta de culpas, dejemos de autoflagelarnos, sencillamente dejen de hacer lo malo que hacen y es el mejor comienzo. No existe Éxodo, creí mucho tiempo en que era lo que necesitaba el hombre de capital, una marcha a la tierra nueva, santa y prometida, pero es mentira: ¿a qué otra esquina de este planeta iremos? No es que todo esté poblado, es que no hay otro mundo, y por ende, no hay donde escapar. El Éxodo, la larga caminata por el desierto, ocurre dentro de uno mismo, dentro de cada uno de ustedes. Estudien lo que creen que necesitan aprender para empezar a trabajar mental, espiritual y físicamente en lo que les da dicha a ustedes y por eso al mundo también. Estudien para que aprendan cosas que la deducción tardaría en sacar a flote, y no es que esté mal descubrir el agua tibia [al contrario: ¡es el lazo de nuestra historia, la humana!], pero la academia farfulló lo suficiente como para tener en instrucciones escalonadas gran parte del conocimiento practicable en materia: ahí lo que falta es Amor.

Encuéntrenlo. No está donde estamos. Vayan a otro lado. Tal vez no tienen que viajar, ni mudarse, ni dejar la familia, ni abandonar nada, no, eso sería confundirse igual. El conocimiento del hombre y la distribución física de eso es lo que da pie para que crezcan lo que consideramos “condiciones sociales”; nosotros construimos esas cosas. La revolución destruye y reconstruye esas cosas, es un proceso normal y natural de los grupos. Pero no estoy hablando de tomar las armas: si has de tomar armas, será contra ti mismo. ¿A quién más necesitas apuntar, realmente? Si hay que salir a la calle a construir una vida nueva, ser hará una revolución social, y es lo que espero que pase, que esta moda del despertar sea el verdadero llamado al Humano Nuevo. Pero no existe líder. No existe lucha, mucho menos enemigo. No hay preceptos, estrategias ni bombas: el mejor discurso que tiene es un abrazo para el desconocido. Que no existan malas maneras. Es otro tipo de revolución, no volteen a ver a la historia porque no hay ninguna que se le parezca a esta: es la revolución del Santo. El Santo no pelea, el santo perdona, deja ser, olvida, trabaja, en todo ama: así hizo Jesucristo, Buddha, Bodhidarma, Lao Tsé, Cunfucio, Marco Aurelio. “¡Pero son personas excepcionales!” Pues los cobardes se quedan atrás, y si son muchos, nos jalarán a todos hasta que se hunda entero, pero al universo nada hará; La Esencia seguirá siendo completa, indivisible, autosuficiente, cambiante. No espero que eso pase. Por eso escribo ésto. Porque tengo fe en la gente. ¡Pero actúen de una buena vez, mierdas, que el tiempo es ahora! Hagan las paces con todos los contactos en facebook y ciérrenlo, los mensajes de eventos llegarán igual a los correos, porque la organización llevará a que se ayude el que quiere “hacer” y el que quiere “ver”; pero no hagan esto por odio, reencor, resentimiento o represión, háganlo por saber que verán a quienes estaban en esa lista, por saber que están devolviéndole el totem a el hablar con cualquiera, por regresar la santidad de encontrarse a charlar. Hagan chistes crueles al sistema, un complot de 600 personas que compran el celular más barato, y los caros los dejan en una cesta “para regalar”; ustedes, que construyen los puentes del sistema, sabrán mejor como derrumbarlos en pura comedia. Hagan de esta vida algo asombroso, usen un poco el cerebro. Tranquilos, tienen tiempo para pensar, nada más no se destrocen el cerebro por un momento: siéntense, cálmense, perdonen y organísence. Nos queda a nosotros arreglar este desastre. Hay fe. Pero pocas ganas. Ríanse, que si no espera algo es un mejor futuro: atrévanse a hacer algo nuevo y bonito. Pero es importante que lo sepan: hago un llamado para tomar el poder de este Ebrio Sueño que llamamos Vida, pues si el mundo es una fiesta en el manicomio, que cada loco baile como mejor se le sacudan las cachas.





Dijo el Tambor de Hojalata que no puedes contar la vida de alguien sin antes haber repasado, al menos, lo que fue la vida de los que trajeron la criatura biografiada en cuestión. Entonces tomaremos los hechos. Estamos en la llamada segunda mitad del siglo XX, geográficamente por la costa caribeña más al norte de Suramérica, o más al sur de Centroamérica, como cada cual quiera ver mejor. Venían creciendo dos bonitos leucocitos de las zonas frías de la región.

En el valle llamado Caracas, por el Boulevard de Sabana Grande rondan las ideas de bellas artes con un brillo y sazón sudaca: artistas brindaban, groopies lanzaban colillas al suelo, las espesas e intelectuales barbas se acostumbraban al aire caluroso y a la cerveza fría, las heladerías vendían hasta altas horas de la noche. Hervían las ideas, y en las burbujas más altas, chocaban partículas; con ellas, las mil mezclas posibles.

Así se conocieron Nabor y Marisela. Así se hacían llamar los dos leucocitos enamorados. Enamorados y decididos, trajeron al mundo dos leucociticos más, pues es lo que a tales correspondía. Entre nosotros, cada vez que nace un leucocito, tenemos la costumbre de enumerarlo según el tiempo en que haya nacido con respecto a quien lo engendró y sus similares en este sentido. Entonces, yo soy el número dos, el leucocito segundo, el hermano menor. Para tal rol, hay muchas posturas, las cuales he adoptado con honradez, pero eso es otro tema.

Tema es qué se hizo con ese segundo engendro en cuestión. Dado que me refiero a similares leucocitos como yo, creo que podemos saltar la plática sobre ese largo y tortuoso proceso factorial y plastificado del moldeado físico como esencial que llamamos escuela y todos muy bien conocen, o están al tanto. Así, junto a cientos, miles de leucocitos, fui a esos fríos, estériles y pendencieros huecos para aprender a golpes cosas de la vida que tal vez no estaban dentro del plan que me correspondía. Tiempo y estudios después, descubrí que todo eso era un plan macabro para ir entregando poco a poco la libertad que nos corresponde: consiste en quemar las primeras etapas de crecimiento de todos los leucocitos, así no serían todos comúnmente irrepetibles, así serían todos igualmente torcidos. Este plan entre unos leucocitos contra otros para conseguir piedras que brillan es más obvio de lo que parece, pero en el intento nos hicimos adictos a lucecitas titilantes en objetos ruidosos, y ahí es donde dejó de ser esclavitud para ser servicio.

Suerte que me hicieron con una nariz grande. Con ella, pude oler lo podrido, y por instinto, adopté dos prácticas: la de quejarme y la del teatro. Teatro es cuando fingen hacer cosas curiosas que pasan entre nosotros, los leucocitos, que somos capaces de recordar, revestir e impulsar para que golpeen en una idea en específico, y lograr que quien lo vea, ría o llore; es hermoso, el teatro, porque de nuestras prácticas, es una de las más delicadas, y de tosca medicina. Quejarse es una oscura práctica que tenemos en general, y consiste en repetir varias veces una idea dolorosa que surgió espontáneamente, como todas las ideas, y aferrarse a ella hasta que la cortada sea una hemorragia de muerte; es casi leucoctiana, la queja, pues pocos en nuestra historia han podido sustraer tal práctica con una imborrable sonrisa en su paso por estas tierras, en tanto que todos practican esto cada cual con su matiz preferido sin que realmente la disfruten – la práctica de quejarse -. Ambas son costumbres que carecen de explicación, que dan risa y que guardan belleza dentro. Así sobreviví y equilibré mi tiempo es esa infernal fábrica llamada Colegio.

Más, ¡oh, Providencia!, tus misteriosos vericuetos siempre dan algo para aprender: el corazoncito de este leucocito tenía ansias de una Odisea que pudiese llamar propia. Quería entregarme a ti, Providencia, y no a juegos viles y desgastantes. No podía cargar con el teatro que me hizo crecer, así que lo reduje a algo más pequeño llamado música: es un conjunto de sonidos que constante y sucesivamente hacen un viaje interno; es la más refinada de las prácticas, pues dice todo sin decir nada. Me llevé la música y la queja conmigo, y me fui de mis tierras.

Ahora vivo en el Sur. Estoy en lo que llaman un retiro. Es una palabra vieja y empolvada por su falta de uso. Pasa que los leucocitos tenemos varias enfermedades que existen sólo dentro de nuestras palabras, pero sumados todos nos contagiamos sin parar; antes, quien lograba reconocer su enfermedad, se aleja de todos para sanarse, encontrar la original pureza y volver a ser fuente de salud. Hoy en día está perdida esa costumbre, pero fue lo que decidí hacer. Estudio los sonidos y la respuesta que tiene la gente ante ellos. Mi camino es viajar por este mundo con ello y así lograr una meta: prender el vacilón. Pues es chévere ser grande, pero más grande es ser chévere. Sé que todo está en constante cambio; aparte de una fuente sana quiero ser un vaso vacío.

Vivo rodeado de lucecitas, fanfarrones, engaños, juegos sucios, confusión, concreto y negocio. Como todos. Muchos, más bien. Es curioso, pero al ver estas cosas pienso en la orilla: soy eso, pues soy como ellos, hago lo que ellos, somos iguales, y por ende amo a los leucocitos y sus prácticas locas; pero cada día estoy más sano, y me resulta imposible acercarme otra vez a esas piscinas de inmundicia y codicia que nosotros creamos para nosotros mismos. Preferiría estar en una montaña, vivir con un oso en su caverna y alimentarme del silencio que brindan esos sitios. Pero la verdad es que el silencio está en mi corazón. Para la queja, práctica que sigo sacándole dos, encontré que su única cura es un pecho callado: ciego, sordo, mudo. Ahora me piden que escriba sobre mi vida y creo que tengo poco que decir sobre ella. Cuando vez en el rostro del Iluminado los diez mil rostros reflejados en uno solo, ¿qué discurso no se queda corto y pobre ante esta vivencia? Me veo en todos y en todos me veo a mí, lo que me hace reír y pensar en dos buenas músicas para decir, hasta el cansancio, lo que mi pecho callado estalla en gritos: se llaman salsa y jazz. De eso sí puedo hablar mucho, pero es otro tema.

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