27 octubre 2010

Deborah Castillo y el deseo de renombrar-se



Carmen Hernández

Cuando a la casa del lenguaje se le vuela el tejado y las palabras no guarecen, yo hablo”
Alejandra Pizarnik

Desde la antigüedad el sentido del hilo está asociado a la escritura y en general, se puede vincular con la búsqueda del principio de las cosas. También el hilo se relaciona con el destino y en el mito de Ariadna, conecta el mundo de las tinieblas con la luz. Roland Barthes en su libro El placer del texto, aclaraba que “texto significa tejido” y como todo tejido implica la transversalidad de un hilo como posible trama de una urdimbre imaginaria, en este caso podría representar el deseo de renombrar el mundo de lo femenino. Pero ¿cómo tejer o elaborar un texto cuando el hilo se tensa incesantemente?
En la imagen del video Oficio de manos (2002), el hilo se tensa y se afloja por la acción que ejercen cada uno de los personajes enfrentados: ella y su abuela registradas de perfil. Ambas figuras se enlazan por medio de un hilo que emerge de sus bocas, lugar del habla y de la historia oral. El hilo como metáfora de un lazo femenino, articula las nociones de lugar, territorio, familia, grupo, en fin, todos aquellos elementos asociados con la “identidad” y que en gran medida forman parte de una herencia cultural de transmisión matrilineal. Esta imagen parece aludir a la memoria que se construye como el “oficio de manos” (el tejido practicado habitualmente por la abuela de la artista) que paradójicamente está representado por la acción silente y sometida de la boca que sostiene ese hilo. Pero la boca también es el lugar de la caricia y a pesar de la tensión, es posible reconocer un horizonte de un paisaje móvil y a la vez sostenido como huella indeleble.
Más allá de representar una feminidad –asociada al hilo y al tejido- como dimensión dadora de vida y menos apegada a los patrones de la historia oficial concentrada en los acontecimientos heroicos, Deborah Castillo muestra interés por hacer visible la tensión constante a que se someten muchas mujeres cuando quieren reconocerse como sujetos activos en la trama del tejido social, redimensionando de manera constante la tradición. El comentario de Janis Jefferies contribuye a comprender este deseo: “La manifestación de la mujer que entra en el discurso es desbordar lo que tradicionalmente ha connotado la feminidad y por tanto los tejidos”*. Castillo se aproxima a una discursividad del “desborde” que es capaz de reflexionar críticamente sobre los significados convencionales de la feminidad para “tejer” simbólicamente nuevos sentidos desde su autorrepresentación como un yo múltiple y complejo.


*Janis Jefferies (1998): “Texto y tejidos: tejer cruzando las fronteras” en Katy Deepwell (ed.): Nueva crítica feminista del arte, Ediciones Cátedra, Madrid., p. 296.

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