01 agosto 2010

Ferzan Oztepek, Italia vista con los ojos abiertos



Manuel Lebon

La irrupción de Ferzan Ozpetek en el cine italiano ha sido un fenómeno movilizador. Vino a Italia desde Estambul, su ciudad natal, a los 17 años (este año ha cumplido los cincuenta) y es posible que este cineasta romano con fuertes raíces turcas, haya retomado inconscientemente una consigna cultural del cruce de civilizaciones que se remonta al célebre Pier Paolo Pasolini: una renovación espiritual mediante la introducción de pautas de vida no occidentales.
Según Pasolini se trataba de que costumbres y concepciones de países marginales inyectaran con la inmigración "nueva sangre" en las civilizaciones decadentes y burguesas de Europa.

Cada película que lanza este cineasta es un éxito automático en Italia: "es algo que todavía me pregunto" ha dicho sorprendido pero pocos dudan de su talento porqué este realizador ha recibido a lo largo de su carrera siete premios David Di Donatello y siete Globos de Oro y reconoce que los galardones le "sientan muy bien" pero descarta que sean fundamentales. Este regalo de Turquía a Italia llegó adolescente a la Ciudad de las Siete Colinas para estudiar historia del cine y prontamente entró a la industria fílmica -en 1982- como asistente del director Massimo Troisi (Il Postino). Luego trabajaría por catorce años como asistente de otros realizadores como Lamberto Bava, Maurizio Ponzi, Ricky Tognazzi, Francesco Nuti, Sergio Citti y Marco Risi hasta que en 1997 opta por dirigir sus propias películas con una magnífica opera prima de nombre Hamman, el baño turco, que fue un gran éxito -tanto a nivel de crítica como de público- y mostró por primera vez las claves estéticas de un realizador que ilumina con gran maestría y sin nada forzado diversas fibras de la sociedad italiana y turca. Sus filmes mezclan hábilmente los sentimientos y la geografía, plasmados a través de estupendos guiones (muchos escritos junto a Gianni Romoli) que a menudo están inspirados en sofisticados melodramas italianos de los años cincuenta y donde una serie de personajes ordinarios y contentos de su existencia sufren un repentino vuelco en sus vidas –a menudo debido a una muerte súbita- que los deja al garete emocionalmente y los lleva al descubrimiento de posibilidades vitales y emociones no reconocidas previamente. Muerte, separación, la infidelidad y el reencuentro son constantes en su cine, y siempre la cálida mirada del director se dispersa en una serie de personajes que se aman y se odian, en un canto al amor, la diversidad y la amistad.

Hamman es una fascinante exploración de las barreras culturales y sexuales que se centra en el viaje de un joven arquitecto de interiores romano a Estambul (Alessandro Gassman), donde debe hacerse cargo de la herencia de una tía suya, italiana, que regentaba un baño turco ahora cerrado y aunque inicialmente está dispuesto a venderlo a un complejo turístico, queda atrapado por el misterioso encanto de la ciudad del Bósforo, la lectura de las cartas de su tía, la afectuosa acogida de la familia que trabajaba en él, y por la atracción afectiva y sexual hacia un joven de esa familia. Cuando su esposa viaja a Turquía para pedirle el divorcio, encuentra a su marido extraordinariamente cambiado: Francesco ha conocido un mundo diferente: cultural, social y sexual.

“Mi primera película fue un intento de redescubrir mis raíces turcas a través de mi nueva perspectiva italiana” declaró Oztepec. “La segunda, El último harém (1999), fue una investigación de por qué rompí con mis raíces y fue, casi como un exilio sentimental, en busca de otra cultura que encontré en Italia".

Hablar de la caída del Imperio Otomano a través de la vida de un harém era la intención del cineasta en su segunda película, cuya compleja narrativa, plena de historias paralelas, tuvo el importante asidero de dos intérpretes italianas de prestigio: Valeria Golino y Lucía Bosé y se exhibió en la clausura de la sección Un certain regard de Cannes “El harém es todo un universo femenino y lo que más me interesó en esta cinta fue descubrir el mundo del harén y darle una doble visión al describirlo como era y tal y como lo imagina Occidente”.

Ozpetek sacudió valores adormecidos de la cultura italiana con historias simples, contada con palabras comunes, pero con vuelo poético y un giro discursivo que hace que sus obras vayan más allá de las frases hechas. Si en sus primeros largometrajes el creador daba una mirada hacia su tierra y sus orígenes, su tercer trabajo supuso un cambio total de registro: El hada Ignorante (2001) lanza a una doctora de buena posición económica y sumergida en la rutina del matrimonio, el amor y el sexo, a una experiencia inédita de infidelidad y muerte que golpea profundamente el espíritu femenino. "Esta película es la primera que hago completamente italiana y con ella quise comprender porque estoy aquí y cómo veo a la Italia de hoy: Roma, con su geografía humana tan viva, profunda y cálida". Las escenas principales de esta galardonada película transcurren en un apartamento en el barrio de Ostiense, cerca del Gasómetro, que es donde vive Ozpetek, un barrio que él ayudó a poner de moda con su instintiva y sensible mirada que hace que los propios italianos se sorprendan.

Ozpetek estudia el cuerpo humano en el atlas de la amistad y de la comprensión y se vale de dos personajes centrales interpretados por actores ya considerados fetiches: Margherita Buy, actriz renombrada en Italia y Francia que posee toda la tierna transparencia que encumbró a una Ingrid Bergman, debido a bellísimo rostro que hechiza. Stefano Accorsi posee una “comunicación misteriosa, magnética, hermosa y lastimera, casi sobrenatural, que sólo tuvo Monty Clift” explica Laura Delli Colli en su libro sobre Oztepek, “Ad occhi aperti”, editado en enero de este año. El director alaba el trabajo de sus actores, a los que considera "criaturas de otro mundo" dotadas con un "sexto sentido increíble" y siempre charla largas horas con ellos acerca de la película y diversos temas antes de emprender la filmación, “Tengo que sentir cuánto de ellos pueden dar al personaje con un proceso casi contrario a lo que normalmente se hace, es el personaje el que se debe adentrar y meter en el actor, y no al contrario. Unos 15 o 20 días antes de empezar a rodar nos reunimos con todos los actores y hacemos una lectura conjunta sin actuación en la que salen las virtudes y los defectos del guión".

La ventana de enfrente (La finestra di fronte, 2003) fue otro notable avance en la carrera del realizador al presentar un complejo y perturbante filme sobre encrucijadas vitales y dos historias de amor ílicitas, una gay y una hetero, situadas entre la época de la Segunda Guerra Mundial y la actualidad. La cinta fue un tremendo éxito a nivel internacional con diversos premios–incluso fue proyectada largo tiempo en Venezuela- y supuso el testamento cinematográfico del actor Massimo Girotti, fallecido al final de rodaje. Actor fetiche de Luchino Visconti, Girotti acometió aquí un excelso rol de un superviviente del horror nazi que pierde la memoria y según Oztepek “su interpretación fue perfecta, así como cada expresión de su rostro”. Lo mismo pensaron los académicos italianos, que premiaron a título póstumo a Girotti con un David di Donatello al Mejor Actor. Su contraparte femenina fue Giovanna Mezzogiorno ("El último beso") quien también se lució en este drama sobre la importancia de no olvidar el pasado.

En 2005 se presento Cuore Sacro (Corazón sacro), su cuarto film que muestra un conmovedor y agridulce retrato de una joven ejecutiva que se replantea su vida tras el suicidio de sus dos mejores amigas y comienza a dedicarse a atender a personas excluidas por la sociedad. Una cinta honesta donde destaca la música de Andrea Guerra, la soberbia fotografía de Gianfilippo Corticelli, aparte de la actuación de Barbara Bobulova con su excelente gestualidad. Una película que no convenció tanto como sus estupendas obras previas pero que destacó su compromiso con la femineidad. "Los primeros espectadores de mis películas son las mujeres; son quienes más se han impactado y más han amado estos films, porque en ellos el punto fuerte son las mujeres. Es una suerte enorme, puesto que son las mujeres quienes llevan adelante la sociedad, son sus columnas."

No basta una vida (Saturno Contro) del año 2007 es un prodigioso retorno a territorios ya familiares, al presentar un relato coral de crisis sentimentales de un grupo de amigos a punto de entrar en la cuarentena. El cineasta apuesta por reunir nuevamente a la triunfal pareja de El hada Ignorante, Margherita Buy y Stefano Accorsi en una refinada comedia dramática centrada en los sentimientos y las vivencias emocionales de una decena de personajes. A este suntuoso y alabado film le ha seguido en 2008 Un día perfecto (Un Giorno perfecto), presentado en el Festival de Venecia con reacciones encontradas por parte de la crítica y cuya trama sigue la vida de nueve personajes interpretados por actores tales como Isabella Ferrari, Federico Costantini y Stefania Sandrelli.


Fotografía de Robert Mapplethorpe

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