12 agosto 2009

Enriqueta Ahrensburg: rizoma







José Antonio Parra






En Enriqueta Ahrensburg hay una suerte de complicidad rizomática entre la obra y el espectador, una que la sume en el laberinto subsiguiente al juego de las paradojas. Su emotividad lúdica captura un plano y lo hace propio, le da vueltas, lo hace girar, está servida la cena para el vértigo. Sube, resuena, murmura, atraviesa espacios complejos para denominarse a sí misma bajo el signo de la complejidad.
El trabajo de Enriqueta sacude el vuelo errático de la mujer shamana que está detrás de la artista, una que aborda mundos y los recrea, para explayarse en una simbiosis, obra –atmósfera. Su apuesta es delicada, recorre universos de piel, denota miradas sutiles, encuentros pasajeros, efecto mismo de la magia que ella pone sobre el tapete, y entonces volvemos a lo de siempre, la espacio temporalidad derriba. La exquisitez de sus diminutos mundos, para nacer, nuevos, redimidos, entre dicho, entre hecho.
Más que nada salta a la vista la intentona de la artista por hacer contacto, brazos imaginarios, prótesis o follaje que irrumpen contra lo nunca visto. Asistimos a un momento iniciático; la obra de Ahrensburg se entrega desafiante, colocada con suma nostalgia sobre la ingravidez del espacio que le circunda. He ahí su valor y esencia, desafiar lo dicho, deshacer lo concreto para ser juego malabar que genera y se autogenera. Enriqueta Ahrensburg me lanza contra la posibilidad de lo infinito sólo para decir: esto es lo que hay.

1 comentario:

luzma dijo...

Hola Enriqueta, soy arquitecto -artista y necesito contactarme contigo para invitarte a una exposición de arte en el Colegio de Arquitectos de Venezuela a realizarse el 7 de Julio de 2011. Luz María Charlita