12 agosto 2009

Ani Villanueva, corteza y piel.







José Antonio Parra






Ani Villanueva ha llegado a un punto en su evolución, donde el abstraccionismo geométrico literalmente brinca sobre el espectador desarrollando una suerte de plasma o energía vital que lo imbrica todo. Es ahí donde se sitúa Uno, ente generador primordial que expresa con total claridad la evolución espiritual de la artista. Hecha piel es imposible desvincular la influencia que Gego ha tenido sobre ella, pero Ani salta hacia lo desconocido, hacia su propia sombra, donde está el mundo donde las cosas son como realmente son: Lo Real.
Sus entramados metálicos parecieran denotar la imposibilidad de ir hacia el non plus ultra, una postura bastante modesta de la artista dada la grandielocuencia de su obra. El material sintético desvaría y toma caminos inauditos de la mano de Villanueva, revelando un acontecer insólito, oracular.
Cabe en el espectador preguntarse acerca del mundo onírico de Villanueva, una alter realidad donde lo desconocido se asocia a su propia naturaleza atrapándola entre mundos que pendulan.

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