José Antonio Parra
Carolina Siefken nos revela a través de una fuerte dosis cromática y una distorsión in crescendo una realidad otra. Su apuesta es a la experiencia psicodélica, el predominio del color púrpura en sus imágenes extreman esa visión ácida del otro lado de las cosas que Siefken nos revela con su lente.
El mundo percibido por ella entra en disolución, y más allá de ello en demolición, es una realidad huidiza que escapa al espectador en la medida que éste no encuentra asideros para la secuencia de imágenes que juntas tejen un hilo temporal que conduce franca y abiertamente a lo inaudito o insólito. El elemento tecnológico no escapa a esta apuesta al presentarnos una imagen imbricada por la video distorsión; el espectador se va paradójicamente alejando y acercando al teatrum mundis construido por la artista; ciertamente, por un lado el plano seduce al mismo tiempo que genera una angustia indescriptible sobre la base de un vacío que abruptamente escapa hasta su desaparición. Los elementos compositivos son estructuras situadas en una suerte de lugar mal acabado del mundo, en una secuencia cuyo tiempo inherente descubre una fuerte dosis de ultraviolencia y la propia incapacidad del espectador de detener el flujo de los hechos, de no sentirse cada vez más apartado, o mejor aún expulsado, de planos donde la tecnología ha funcionado como devoradora de mundos.
El mundo percibido por ella entra en disolución, y más allá de ello en demolición, es una realidad huidiza que escapa al espectador en la medida que éste no encuentra asideros para la secuencia de imágenes que juntas tejen un hilo temporal que conduce franca y abiertamente a lo inaudito o insólito. El elemento tecnológico no escapa a esta apuesta al presentarnos una imagen imbricada por la video distorsión; el espectador se va paradójicamente alejando y acercando al teatrum mundis construido por la artista; ciertamente, por un lado el plano seduce al mismo tiempo que genera una angustia indescriptible sobre la base de un vacío que abruptamente escapa hasta su desaparición. Los elementos compositivos son estructuras situadas en una suerte de lugar mal acabado del mundo, en una secuencia cuyo tiempo inherente descubre una fuerte dosis de ultraviolencia y la propia incapacidad del espectador de detener el flujo de los hechos, de no sentirse cada vez más apartado, o mejor aún expulsado, de planos donde la tecnología ha funcionado como devoradora de mundos.
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