Ramón Fernández Larrea
todos yacemos en un mar de polvo
aplastados por la caballería
es raro cómo los hombres se desorbitan
con el hedor de la sangre que sube
entre moscas que oscurecen los cielos posibles
los hombres aletean como las moscas
aquí está mi arco lo bajé lo he roto
no quiero que me salgan en la espalda horribles alas transparentes
la sangre no es precisamente un buen perfume para mí
ni las cabezas aplastadas me inspiran
posiblemente he arribado a la sabiduría
o a alguno de sus vastos márgenes
me gusta ver cómo la hierba crece y me hace libre
cómo uno ara en silencio y a lo lejos
y cómo luego en la ciudad estallan
los melocotones en sus cestas hermosas
observo la soledad de los potros
con una brizna entre los labios los miro ir y venir
dueños del agua lejos de los hombres
distantes de la furia que algunos despliegan cuando alzan
banderas o mortajas da lo mismo bah yo sonrío
porque rompí mi arco sin cerrar los ojos
donde cabe el mundo mi mundo sin aglomerarse demasiado
la madera de mi arco dará calor a mi noche
y entre las llamas pensaré en mi amor
esa muchacha que envejece a mi lado
mientras crepitan nuestros sueños
con sus mitades construiré mi casa.
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