12 junio 2008

Ian Hamilton Finlay - Poesía y naufragios desde un jardín


Manuel Lebón

El artista escocés Ian Hamilton Finlay se mantuvo por cuatro largas décadas laborando en un vasto jardín de cuatro hectáreas al sur de Edimburgo hasta su muerte el pasado 27 de marzo. Pero este no es cualquier jardín lleno de plantas y setos sino un sorpresivo espacio, que a medida que crecía en cobertura vegetal e intervenciones artísticas varias, se hacía más complejo y casi inescrutable: todo un monumento al tiempo y los valores de la Civilización Occidental de nombre Little Sparta (La Pequeña Esparta).

Un territorio intervenido donde el romanticismo y la nostalgia que transmiten los óleos de Caspar Friedrich y Nicolas Poussin (el del célebre cuadro Et In Arcadia Ego) se mimetizan con la grandiosidad pétrea y austera del muro de Adriano y los megalitos de Stonehenge. "Los jardines superiores están hechos de tristezas y soledades, no de plantas y árboles" dice Finlay sobre obras como la suya, aunque en La Pequeña Esparta hay templetes de nombres tan seductores como el de Filemón y Baucis, grutas dedicadas a Dido y Eneas, estanques varios cercados de plantas acuáticas y jardines hundidos cuyos setos y árboles desafían los fríos vientos del norte y conforman una "república" miniatura. Todo un microcosmos donde se conjuga jardinería, paisajismo, poesía y estética; donde abundan esculturas de regusto clásico; lapidas y estelas grabadas con inquietantes inscripciones; templos y piezas de arte conceptual con alusiones a la Revolución Francesa y deflagraciones recientes como La Segunda Guerra Mundial; entretejidas todas dentro de una trama viviente de árboles, flores y agua. No es un escondite para un huidizo y excéntrico creador, desesperado por la hostilidad del mundo contemporáneo sino la polémica puesta en escena de un artista intemporal, criticado y alabado, más nunca ignorado; y que ha recibido numerosos encargos para realizar jardines públicos y privados dentro y fuera de Inglaterra, siendo algunos de sus intervenciones más notables el Stockwood Park de Luton, el jardín St George de Bristol y los verdes predios de la célebre Serpentine Gallery dentro del vasto Hyde Park de Londres.

."Erróneamente se dice de ciertos jardines que son refugios, cuando lo que son ataques. La naturaleza es un soldado de asalto camuflado de granjero", comentó alguna vez este artista que gustaba de la lectura alegórica de sus obras, plenas de referencias líricas para un mundo herido y desacralizado. "Yo pienso que hemos creado una cultura en la cual hay una absoluta falta de piedad de cualquier índole. Y la piedad siempre fue un ingrediente de la cultura pero ahora cuando uno usa la palabra "piedad", nadie sabe a lo que se refiere. Quizás piensen en una estrecha concepción cristiana o sobre algo más bien dogmático. Pero como sentimiento, la piedad está casi completamente ausente de nuestra cultura y yo deploro esta situación.

Para mi es crucial este fin o esta destrucción de la piedad. El siglo XIX anunció la muerte de Dios o el final de Dios. El siglo XX ha anunciado la muerte de la piedad. Esto es un problema de actualidad porque la piedad representa la condición de objetividad en una cultura y sin ella nada puede ser entendido. Es difícil pensar en alguna era previa donde se halle tal falta de piedad, la cual adquirió diversas formas pero nunca fue completamente abandonada, tal como ocurre hoy día; por esto hay tantas cosas que se han vuelto incomprensibles y de las que no se puede hablar."

Píetas, pietatis; terminos latinos de un grupo léxico de un enorme peso en la génesis de los sentimientos y de las conductas, que ciertamente se ha diluido en nuestras manos y ha quedado recluido en polvorientas iglesias y sacristías, cuando en su origen abarcaba e inspiraba toda la vida, tanto civil como religiosa. Los ingleses han conservado en la palabra "pity" tan sólo el significado de piedad como la inclinación afectiva hacia una persona desgraciada o que padece y la consideran sinónimo de conmiseración, simpatía o compasión (diccionario Webster′s). Por este camino es imposible llegar ni por aproximación al significado que tenía la piedad para los romanos, la "píetas" como sentimiento que impulsa al reconocimiento y cumplimiento de todos los deberes para con la divinidad, los padres, la patria, los parientes, los amigos, etc. Un sentido de veneración y religiosidad que intuímos en toda la obra artística de Finlay.

Filosofo-jardinero a la manera de Jean Jacques Rousseau y otros pensadores en el siglo XVIII, Finlay desarrolla una estética a la vez pastoral y épica que impide que su obra sea totalmente elegíaca. El historiador de jardines John Dixon Hunt ha escrito que "el jardinero ideal es un poeta" y Finlay ha cumplido con este precepto de manera admirable y explicita al convertir un terreno desolado en un poema sensual y verde; una pequeña utopía terrena que probablemente complaciera a Ji Cheng, autor de la dinastía Ming que escribió el primer manual de paisajismo entre 1631 y 1634, "El arte de los jardines". Cheng, al igual que muchos autores chinos que le precedieron, ven en los jardines un lugar para el arte y un sinónimo de la vida espiritual. El jardín de la Pequeña Esparta ha sido descrito como "el epicentro de la producción cultural de Finlay" , una obra de múltiples capas de la cual emanan muchas otras obras que el británico ha realizado en estos últimos cuarenta años. Con sus alusiones a la filosofía pre-socrática; las metamorfosis de Ovidio; el arte de Poussin; el lirismo de poetas y jardineros georgianos como William Shenstone; la imaginería de la Revolución Francesa, la guerra o el nazismo, el jardín se convierte en una gigantesca metáfora que impone una disciplina para la vista y una alegría para el espíritu.

Paisajismo Septentrional, pensamiento meridional
Nacido en Nassau, Bahamas, en 1925, Finlay comenzó su carrera artística en la poesía convencional e historias cortas en libros como The Sea Bed and Other Stories (1958), The Dancers Inherit the Party (1960), y Glasgow Beasts (1962). Aunque sus primeros trabajos fueron admirados por creadores norteamericanos como Robert Duncan y Lorine Niedecker, no fue muy bien recibido en su Escocia natal. Sin embargo esto cambiaría en la década de los sesenta al contribuir de manera pionera al movimiento internacional de la poesía concreta con obras tales como Rapel (1963) y Canal Strip 3 and 4 (1964), siendo considerado el mayor poeta de esta tendencia que ha dado esta norteña región del Reino Unido. Sin embargo, desde 1966, año en el que adquiere una propiedad semi-abandonada en una comarca de colinas ondulantes al sur de la capital escocesa, el artista se reinventa a sí mismo para acceder a un mundo tridimensional verbal y visual de instalaciones arquitectónicas, pinturas, libros -objetos, afiches poéticos, monumentos y rocas inscritas, troceadas estas como fragmentos de un pasado distante. Un factor común a la diversa producción artística de Finlay es la inscripción del lenguaje -palabras, frases inventadas o citas- en objetos reales y a veces a escala monumental. Sus experimentos previos con la poesía concreta le dieron al artista un agudo sentido de los aspectos formalistas -forma, color, textura, escala y composición- del lenguaje literario y el modernismo artístico. Por otro lado, como devoto estudiante de la filosofía clásica, Finlay siempre tuvo presente el poder del lenguaje y el arte para modelar nuestras percepciones del mundo e incluso incitarnos a la acción. La pureza formal, la tersa economía de la poesía concreta y la elegante simplicidad de las inscripciones clásicas sirven para presentar ingeniosamente los aspectos más polémicos y evocativos de su pensamiento.

"la condición trágica de nuestra cultura es que se halla separada del pasado y se convierte en nada pasados más de dos o tres años. Solían pasar miles de años; luego fueron cientos y ahora cualquier cosa que no forme parte de un instante de moda es considerado el pasado. Dentro de los recintos universitarios se nos permite acceder al pasado pero de una manera académica. No se nos permite tratarlo como algo "real" y no se puede siquiera hablar de ello fuera de estos recintos. Leer filosofía griega es sospechoso, snob y elitesco, palabras que no se usaban anteriormente sino que al que leía estos temas se le aplicaba el termino educado. Pero ahora no somos educados sino elitescos o lunáticos," explicó este cultor de la memoria y la naturaleza tan apático a modas y filisteísmos.

"Mi trabajo no es satírico ni se burla del heroísmo antiguo. Los críticos que ven eso se están describiendo a sí mismos, no a mi obra. Yo sé que mi obra no es de vanguardia pero, ¿qué vanguardia existe hoy en el mundo? Ninguna. Nada que no esté a la moda, que no esté aceptado por ese puñado de burócratas que son los curadores de arte, y que no esté apoyado por las instituciones, puede sobrevivir."

Manuel Lebon Anzola
Es caraqueño y periodista egresado de Comunicación Social en la UCAB, laborando como articulista o redactor de planta en diversos medios de prestigio como los Diarios El Nacional, El Diario de Caracas y el Universal. Su pasión por la musica, las artes y la botánica le lleva a escribir habitualmente sobre estos temas, exponer sus obras pictóricas, convertirse en reputado pinchadiscos y productor radial, aunque ha redactado extensamente sobre diversos temas como teatro,cine, moda, turismo, gastronomía y estilos de vida para numerosas publicaciones venezolanas como Puntal, Complot, Exclusiva, Guía Platinum, Estampas,Imagen.Pasajero, etc

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