16 junio 2008

Discontinuidad de los parques




William Navarrete


William Navarrete


Remedios es la villa cubana que más ha luchado contra los demonios. Nótese que a pesar de haber sido fundada poco después que las siete villas primadas de Cuba, nunca se le reconoció entre las primeras de tanto intento de borrarla del mapa.


En ese pueblo – visto lo dicho, y en lo adelante, indómito – nació el poeta Santiago Méndez Alpízar (Chago) en el mismo momento en que otros demonios se aferraban en sacar 10 millones de toneladas de azúcar a una tierra que no daba más. Otros demonios se debatían entonces, en el momento del nacimiento de Chago, por convertir a Remedios (y esta vez a toda la isla) en endemoniado campo de batalla. Poniéndose a salvo su estrella, el recién venido al mundo poeta se refugió en el único amparo posible: un parque de pueblo, una retreta, una luna: la poesía.


Ahora Chago nos extiende su poemario ¿Entonces, qué? (Verbum 2007), que ha dividido como cuadrículas de ese mismo parque en tres partes o zonas habitadas por fantasmas del pasado que les fueron dando vida. "Punto negro", es el nombre de la primera y acoge la poesía escrita en La Habana entre 1994 - 1995. Retengo de ella el poema titulado Plaza Isabel II porque a mi juicio configura el primer cuadrilátero del parque al que nos lleva Chago. Este poema – como la poesía de Chago en general –, es eminentemente nocturno. El parque, cuando dispone de una glorieta para cobijar a la banda pueblerina, ofrece música que mana de su misma entraña y se esparce, lentamente, hasta los oídos de quienes la escuchan distraídos en su periferia. Chago anota esta peculiaridad del parque de provincias cubano y a mí se me antoja que toda esta primera parte del poemario ha sido oída, desde la periferia de "algo", por el poeta joven que mira hacia adentro tratando de imaginar el tiempo afuera. Como si la isla misma vista desde sus calles y parques se volviera ya difusa, y una vaga nostalgia de lo que hubiera podido ser y no fue le abrumara en cada verso: un país sin estaciones marcadas, un nombre del que se ignora todo en Nebraska (nos dice luego), un país que se ha vuelto "punto negro" en su propia historia, y "cuya levedad no importa a nadie".


Chago, terminada esta primera estancia, planta carpa lejos llevándose su primer cuadrilátero de recuerdos para intentar – esta vez en España – continuar a la escucha de las retretas nocturnas. A decir de él mismo: "se pone a salvo de una Patria" (Poética martiana), para caer en el regazo de la segunda que nunca lo será – tal es el peso del pasado y la ligereza del presente – ni por asomo. En estas circunstancias, al segundo cuadrilátero, le crecen plantas de marihuana, le invade el humo del hachís que tanto alabara el propio José Martí, hay en él taconeo de putas sobre las lozas y el errar de un guajiro de la estirpe de aquellos que cuidaban gallinas entre Palmar Prieto y Cayo de las Vacas, que hace de tripas de corazón para no fijarse mucho en las tetas caídas en donde pasa la noche para ver si consigue un pedazo del otro día.


El parque entonces se vuelve bosque y se enmaraña y puebla con otra fauna, diferente y ajena a aquella del primer cuadrilátero. Esa jungla pudiera llamarse de pronto El Retiro como el Jardín de Lola Ginés, y el domador queda domado y pasea, nos dice "la dejadez a golpe de salitre y lejanía". El poeta se hace – lo advierte – a las buenas costumbres de este cuadrilátero en que la gente ni se mira, ni se habla, y donde tal vez, como las bestias, se huele por puro instinto.


"Efory Atocha" viene a ofrecer con el tercer cuadrante al que da título, un poco de tinta que derrama magia y otro que destaca la circunstancia en una toponimia harto conocida de Madrid. Ahí, en esa mezcla de magia y trenes y jodederas con etarras nace incluso un Blog que intenta sacar al podium la poesía de la que ya poco se sabe. Como el caracol que lleva consigo su casa a todas partes, el poeta trae con los versos de este cuadrilátero recuerdos que tiene que trasplantar incesantemente para no dejar ser, ya que no podrá ser nunca otra cosa. Ahora hay brumas en Galicia, un postres que suenan a portugués trasnochado y el trompe l′œil de una patria que cree volver encontrar… sólo el tiempo que le dura el embeleso. Ahora mira el drama de la isla desde lejos. Al fin puede mirar sin velo, ni sirenas de barcos partiendo y cantos de sirenas en los atracaderos. Está oyendo a la bandita del Kiosco Pando 1909 y empieza a inmutarse porque le llegan rumores de cayucos que encallan en plena Puerta del Sol y gente que se atraca (y vive) de Mac Donalds, y fanegas de tierras, nogales y otras extravagancias del mundo que parece ser EL mundo. En medio del maremágnum de la vida plena de las contradicciones propias de la Vida, el poeta cobra conciencia del estrago que causaron los "otros" con sus botas y lo muy despoblados que dejaron nuestros parques.


En la cuarta cuadrícula, la que completará el "cuadrado perfecto de las delicias" y hará que oigamos la pieza completa, hay un sin fin de versos que están naciendo probablemente en este instante. Debe Chago dar forma final a su propio parque y concluir con el cuarto cuadrante que nos falta la batalla con sus propios demonios. Ahora poco importa la discontinuidad de los parques, ni por qué el asesino del cuento de Cortázar tenía el don de la ubicuidad. Lo que cuenta es que sus vivencias y su intenso pasar la vida han puesto a sus demonios a obrar en favor de la poesía para que no se extingan los sonidos como se extinguieron un día las retretas, las bandas, la música… y el recuerdo de unos hombres que miraban, desde un parque de Remedios, a las estrellas dibujándoles el rostro.


Texto leído por el autor en la "Maison de l′Amérique Latine", París, el 27 de Marzo de 2008, en la presentación de la antología de poemas, ¿Entonces, qué?, de L. Santiago Méndez Alpízar / Chago.

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