26 noviembre 2007

Fotografía de Corina Rodríguez: de lo real a lo real




José Antonio Parra




La fotógrafa Corina Rodríguez (Caracas, 1973) ha llevado a cabo un trabajo donde se trastocan los límites de la realidad para situarnos en mundos nuevos que se fundan en lo recóndito de un imaginario sin asideros en ningún tiempo plausible.
Su propuesta cromática, con una modalidad vibrante, sitúan al espectador en un punto de vista único donde la obra se abre para proyectarse hacia un afuera donde una nueva significancia formal inunda la perspectiva de posibilidades rizomáticas que nos lanzan hacia espacios nuevos donde no hay asideros y las conjeturas quedan abiertas como interrogantes desgarradas de su propia realidad.
Corina juega con el lente y el efecto, deja que del propio color surja la textura y que ésta se condense en el referente de quien se topa con la imagen. No está de más decir que aunque esta obra bien podría dar indicios de un abstraccionismo radical, su conceptualización está más centrada en una fuga mundis, expresión del carácter espiritual de la artista, una buscadora del límite y la ruptura, ardua labor que consigue a partir de los elementos más sutiles de la realidad.
El movimiento propio de la imagen está implícito, suerte de fluidez metafísica donde el objeto aparece polisémico; la vaguedad se adueña de la escenografía del montaje para dar paso a una suerte de grito de soledad, una angustia ante lo inminente de un desenlace que se desliza hacia la nada misma.
La obsesión de la artista con el detalle de la forma contenida, una que al mismo tiempo se vuelve continente del espacio del espectador, disuelve todos los signos conocidos para dejar la puerta del símbolo abierta.

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