21 septiembre 2006

El peinado de Prometeo


José Antonio Parra
Sin saberlo irás viendo cómo una canción inolvidable siempre ha existido, el secreto, esto es, la verdadera magia, está en el atrevido que la descubre, que la observa y que la canta para nosotros, espectadores que abismados sólo podremos exclamar pero, cómo pudo, qué descarado. De eso se trata esencialmente, cuando vas por las avenidas y diferencias el nombre despótico de Yavé, con su inmenso poder fenoménico, y la simple presencia de dios, menos abrasiva y violenta.
La supuse intranquila, me metí en los atardeceres y en todos los domingos, entonces percibí al tiempo y corrí lejos hacia un lugar donde no se sintiera, un lugar carente de él y de su realismo mundano, me quedé muy quieto para que no pegara sobre mí y de nuevo la vi siendo presa del hielo, de su desfile metafísico y su irrealidad, su propia forma líquida de ser. La corriente del deseo es en sí, te envuelve y te recorre como una serpiente, es deseo tentación o deseo vorágine, es saberte presa de nosotros, hacedores de tu mundo y de lo que supones eres. Ya todo lo sabemos. Ya eres. Tu mismo nombre ha sido nuestra sutil idea y lo decimos y lo recreamos, esperando que algún día puedas salvarte.

3 comentarios:

Ophir Alviárez dijo...

Me gusta mucho la forma, invita; pero corcoveo con el fondo: "despótico Yavé", "dios no abrasivo y violento"?

No sé, prefiero seguir navegando en esos atardeceres de domingos metafísicos e irreales en los que sin duda a veces caigo, con la misma esperanza de salvarme.

Me quedo entre tus páginas para definitivamente volver.

Ophir

Anónimo dijo...

¿Salvación? Cómo, si soy despreciable. Aunque lea, escriba, me escurra.

un tordo dijo...

regresa jóse, te extraño por aquí y por allá.