04 abril 2012

columnas del silencio

Rommel Hervez




Vi hacia el horizonte, allí estaba una columna casi infinita, llegaba a las nubes, no podía ver lo que había sobre ésta, de pronto el viento del norte hizo presencia, se disiparon las nubes, contemplé una inalcanzable montaña. No había posibilidad de escalera para acceder a ella, de pronto hacia mi lado izquierdo, escuché, venía un estruendo, no distinguía lo qué era,  súbitamente logré ver una horda de seres que agitaban extraños objetos, que aunados a sus aullidos creaban un gran ruido.
Se agolparon a los pies de la columna, el bullicio subió a un tono estridente, intentaban tejer de esta forma una larga escalera, como la que usaron, antaño, los seudo dioses para llegar al Olimpo. Un silencio ensordecedor bajo de la columna y les dijo; hijos del ruido acaso han olvidado quién les ha dado el poder que poseen; ¿por qué pretenden conquistar con su efímero poder lo que pertenece a la eternidad? ¿Cómo pretenden  destruir la calma sin haber estado en el ojo de la tormenta, y exiliar a la soledad, sino se han abandonado en las cimas de los altos montes?, -y la voz continuo- ¿por qué han usado ese poder para llenar la tierra de un ruido que no es natural, ensordeciendo el silencio que les pertenece?
La  gran masa se agitó y se llenó de tribulación, corrieron espantados, no habían entendido en absoluto la voz de la columna, solo un pequeño soplido los había dejado en tal estado de terror, corrieron incansablemente hasta que sus cuerpos desfallecieron hacia todos los puntos.
El ruido gritó de dolor al ver que sus engendros se habían desvanecido ante la  voz del Silencio.  
Miré nuevamente al horizonte y vi la aparición de doce columnas de las que salía una blanca luz. Me acerqué a otro lado de la montaña y pude ver que todas eran del mismo tamaño, hacían un círculo.  Vi la luz de medio día, que  al rozar sobre las montañas de las columnas estás crecían aun más, y de todas ellas salía una voz, creando un coro al unísono, y el viento se unió a este canto. En la cima de la montaña en la que me encontraba éste canto tocó mi voz interior, me conmovió hacia el vacio. 
Toda la montaña y sus valles se llenaron de Silencio, este me trasladó hacia la tercera columna, no podía percibir su tamaño, sentí su textura y su aroma, era de una piedra blanca, casi traslucida, me divisé acostado dentro de un gran valle, observé que era inmensa,  me incorporé, sentí algo de vértigo, presencié las nubes, el viento me susurraba palabras de viento, y desde allí contemplé las otras columnas, me di vuelta y vi que el monte de la tercera columna me sobrepasaba unos 21 codos. Una voz surgió de ésta y me dijo, aquí no está el tiempo,  ¿por qué te acongojas? este es un arma de las semillas del ruido, las que no podrían germinar en este sagrado lugar. Ten confianza, la sacra montaña te dio la calma, ella te puede llevar al silencio, y cuando te encuentres con él, ya no serás vulnerables ante los poderosos, a estos los reconocerás porque solo se defenderán engendrando una efímera ruidosidad, ellos te temerán, no sabrán porque, pero temerán, su ignorancia los sobrepasa. Aunque grites ante ellos sabrán que eres enviado del silencio, pero aun así no sabrán por qué te temen.
Ahora recorrerás las restantes columnas, cada una te dará una enseñanza, y te revelará una palabra sagrada, hazla tuyas y guárdalas en el mapa de tu lengua, no la reveles sino con la lengua del silencio. Evita las batallas del mundo porque ya has iniciado la tuya propia.
2010



Rommel Hervez. Docente, artista plástico y sonoro nacido en Anaco, Estado Anzoátegui, Venzuela en 1971. Parte de la importancia de su trabajo yace en el área de la docencia desde donde imparte sus conocimientos a un grupo ávido por conocer esta aún incipiente expresión artística. Su propuesta en el pasado encuentro se centraba, en parte, en las diversas variaciones de palabras. Su bien ejecutada propuesta abre espacios para la reflexión de un mundo sonoro circundante frecuentemente ignorado.



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